jueves, 26 de mayo de 2011

VISION CORRECTA pastor jorge soria

La Visión correcta de uno mismo – Pastor Jorge Soria

LA VISION CORRECTA DE UNO MISMO

Por: Pastor Jorge Soria
Tomado de: Ministerio de Ayudas
Adaptado por: Norma Solis Zavala

Efesios 2:10, dice que somos hechura de Dios creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras. Hay una nueva dimensión de Dios, tengo el estilo de vida de Dios.

Efesios 2:10 es semejante a Génesis 1:26 ?Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…?

Hemos sido creados para buenas obras, para el servicio.

El servicio no es sacrificio. Dios dice ama a tu prójimo como a ti mismo. Jesús vino para darnos a conocer a Dios y para darnos a conocer a nosotros mismos.

Cuando leemos la historia de Nicodemo (Juan 3:1-21) y de la mujer samaritana (Juan 4:1-42) encontramos que ambos necesitaban a Jesucristo, Jesús habla con un hombre preparado y también con una mujer ignorante. No pongas énfasis en los sacrificios del servicio sino en el logro del servir.

La mujer samaritana tenía problemas en sus creencias – tus creencias es como te reflejas tú ? Juan 4:9 la mujer le dice: ¿Cómo tú siendo judío me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí.

Jesús le dice a la mujer: Sí conocieras a Dios (Juan 4:10) te verías a ti misma, tu ves tu cultura tus creencias. Pero la mujer no estaba interesada en conocerlo, ella sigue defendiendo sus creencias y dice No tienes con que sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?(v. 11)

La mayoría de nosotros tenemos creencias equivocadas y esto bloquea la visión.

¿Quién soy yo? ¿Qué es ser cristiano?… Tiene que ver con tu Posición en Cristo y el carácter correspondiente al asumir tu posición en Cristo.

TU POSICIÓN EN CRISTO:

- ESTAMOS EN CRISTO JESÚS, ESTAMOS EN ÉL (2 Corintios 5:17-21):
Somos una nueva creación (tenemos un nuevo comienzo).
Hemos sido reconciliados con Dios (ya no somos enemigos de Dios).
Somos embajadores en nombre de Cristo Jesús (representamos a Cristo Jesús en este mundo).
Somos la justicia de Dios en Cristo Jesús (hemos sido declarados justos, sin pecado delante de Dios). .

- SOMOS EL PUEBLO DE DIOS (1 Pedro 2:9-10):
Somos un linaje escogido (nuestro origen es Dios, hemos sido engendrados por su voluntad, somos sus hijos, una nueva raza)..
Somos un real sacerdocio (como reyes gobernamos sobre las circunstancias tomando nuestra autoridad y usando el Nombre de Jesús, como sacerdotes ministramos el corazón de Dios y ministramos a las personas)-
Somos una nación santa (hemos sido apartados para vivir para Dios).
Somos el pueblo adquirido por Dios (hemos sido comprados con la sangre preciosa de Jesucristo).
Estamos en su luz admirable (estamos en el reino de Dios).
Hemos alcanzado su misericordia (tenemos el favor de Dios, Él esta de nuestro lado).

TU CARÁCTER AL ASUMIR TU POSICIÓN:

Romanos 12: 1-3:

¿QUE TENGO QUE HACER CON MI CUERPO?
Nuestro cuerpo debemos presentarlo como un sacrificio vivo (dedicado para servir a Dios),.santo (apartado para Dios) y agradable a Dios (para hacer su voluntad)

¿QUÉ TENGO QUE HACER CON MI ALMA?
MENTE: Transformar nuestra manera de pensar por la renovación de nuestra mente (hay que cambiar nuestros pensamientos, por los pensamientos que Dios tiene para nosotros: Dios tiene pensamientos de bien, de paz y no de mal). Tenemos que pensar como Dios piensa de nosotros: Somos sus hijos, sus escogidos, sus amados, Él esta muy complacido con nosotros, somos justos y no hay condenación sobre nosotros..
VOLUNTAD: Al dedicar nuestros cuerpos a Dios y renovar nuestra mente comprobamos la buena voluntad de Dios, que es agradable y perfecta para nuestras vidas. Decidimos hacer la voluntad de Dios. Sabemos que Dios nunca buscara nuestro mal, Él sabe lo que nos conviene y tomamos sus promesas porque en Jesucristo tenemos un nuevo pacto establecido sobre mejores promesas y esas promesas son preciosas y grandiosas porque ya hemos llegado a ser participantes de la naturaleza divina.
EMOCIONES: Cada uno de nosotros no debe tener un alto concepto de si, debe pensar de sí con cordura conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. Esta nueva naturaleza divina dada por Dios a nosotros, demanda también tener un equilibrado concepto de nosotros mismos Hay un proceso en tu crecimiento espiritual y a medida que seas mas maduro, tu nivel de fe incrementara pero no para hacer alarde de ello o menospreciar a los que recién comienzan o están en pleno proceso de perfeccionamiento, sino par amarlos y servirles. Ministramos el amor de Dios a las personas, no nos en señoreamos de ellos.

Colosenses 3:1-14:

Busca las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Pon los ojos en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Tu enfoque esta puesto en agradar a Dios, hacer su voluntad y cumplir el propósito por el cual fuiste creado.
Nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Tenemos el mejor seguro de vidas, el pasaporte a la eternidad. Dios no permitirá que nada se interponga en tu caminar para cumplir sus propósitos.
Haz morir (o quita) lo terrenal:
Fornicación (libertinaje sexual).
Impurezas.
Pasiones deshonestas.
Malos deseos y avaricia, que es idolatría.
· Deja también todas estas cosas:
Ira.
Enojo.
Malicia.
Blasfemia.
Palabras deshonestas de vuestra boca.
No mintáis los unos a los otros.
Despójate del viejo hombre con sus hechos.
· Revestios del nuevo hombre, conforme a la imagen del que lo creó. Vestios pues como escogidos de Dios:
o Santos y amados.
o De entrañable misericordia.
o De benignidad.
o De humildad.
o De mansedumbre.
o De paciencia; soportándoos unos a otros.
o Perdónense unos a otros. De la misma manera que Cristo nos perdonó, así también háganlo ustedes.
o Vestios de amor, que es el vínculo perfecto.

Gálatas 5:25:
Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. Nuestro andar es en el Espíritu, somos guiados por el Espíritu de Dios. En nosotros tenemos el Espíritu de Dios, Él es nuestro amigo, guía, maestro y consolador. Él vivifica nuestro cuerpo y nos revela lo que ha de venir, Él nos une al Padre y al Hijo e intercede por nosotros.

Lo que tú crees marcara una imagen de ti.

martes, 24 de mayo de 2011

EL LENGUAJE DE LA FE

http://www.youtube.com/watch?v=2rnCoia5PtI&feature=related

LA FE ES LO QUE ES KENNET HAGI

LA FE
LO QUE ES

Capítulo 1
La Diferencia Entre la Fe y la Esperanza

"Es pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve" Hebreos 11:1

La traducción del Nuevo Testamento hecha por Moffat reza así: "Pues, la fe quiere decir que tenemos la confianza de tener lo que esperamos, persuadidos de lo que no vemos". El Espíritu por medio de Pablo nos dice que la fe es el apoderarse de las ilusiones de la esperanza, para traerlas al ámbito de la realidad.
La fe, como sabemos, nace de la Palabra de Dios, como dice Romanos 10: 17: "Así que la fe es por el oír, y el oír por la Palabra de Dios". Otra traducción dice: "La fe es el instrumento de garantía que ahora es suya la cosa que anhelaba tener". Es la convicción, según el texto, de lo que no se ve. Por ejemplo, espera usted el dinero para satisfacer una deuda, pero la fe le da la seguridad de tener el dinero a tiempo. Espera usted tener las fuerzas que su trabajo requiere, pero la fe dice: "Dios, la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?" Pues, la fe dice la misma cosa que dice la Palabra de Dios.
La incredulidad se declara en contra de la Palabra de Dios. Triste es que tantos creyentes expresen la incredulidad y se pongan en contra de la Palabra de Dios. Entonces quieren saber por qué la Palabra de Dios no produce resultados en ellos. No les aprovecha porque se ponen en contra de ella. Si quiere que la Palabra de Dios le beneficie, concuerde con ella.
El mejor modo de averiguar lo que algo es, es establecer lo que no es. Si sabe lo que no es, puede ver más claramente lo que es. Procedamos de ese modo.
Primeramente, fe no es esperanza. Demasiadas veces cuando se trata de recibir el Espíritu Santo, de ser sanado, o de ver contestada una oración, muchísimos meramente esperan recibir. Pero el esperar no hace nada; sólo el creer.
La fe es del presente: si no trata del presente, no es fe. "Creo que recibiré el Espíritu Santo algún día" no expresa fe, sino esperanza, porque la esperanza siempre señala algo futuro. Pero la fe es siempre de ahora. La fe dice que recibe ahora mismo, que lo tiene ahora. Necesitamos saber esto cuando queremos recibir algo de Dios. Hable así porque son las mismas reglas si se trata de recibir el Espíritu Santo, o de ser sanado, o de recibir la contestación a una oración, o de resolver un problema financiero. El principio de la fe es el mismo en cualquier esfera. Si uno puede aprender el principio de la fe, le será fácil recibir lo que busca de Dios o lo que desea recibir. Por tratar con tantos durante tantos años, yo sé bien que cuando se trata de recibir el Espíritu Santo y de ser sanado, y también de ver contestada la oración, más que suficientes son los que simplemente esperan que Dios oiga, o esperan recibir.
Me acuerdo de una campaña que tuvimos en una carpa en Waco, Texas, hace algunos años. Empezamos un domingo por la noche y prediqué sobre la salvación; el lunes hablé sobre la fe, y el martes sobre la imposición de manos. Después de dirigirme a los perdidos pasamos a imponer las manos sobre los enfermos para la sanidad, y a los creyentes para que recibiesen el Espíritu Santo. Estaban en la misma fila para ambos casos. El primero en fila quiso recibir el Espíritu Santo. Le pregunté: "¿Recibirá usted y será lleno del Espíritu Santo ahora mientras le impongo las manos y oro?"
"Hermano Hagin", me respondió, "ciertamente espero que sí. Lo espero".
"No sucederá", le dije. Se enojó, y para ayudarle añadí: "no se recibe nada de Dios por esperar; es por fe que lo recibe".
"Yo no sé si voy a recibir o no, y por eso no voy a decirlo".
"Si yo le ofreciera un billete, diría usted: ¿No sé si puedo recibirlo o no?"
"Claro que no".
"Dios le ofrece un regalo tan fácil de recibir como un billete que yo le pudiera ofrecer".
"Pues, hace mucho tiempo que busco, serán unos trece años, y hasta ahora no he recibido nada. No sé si recibiré".
Tanto se turbó que le di un abrazo y le dije: "Hermano, estoy aquí para ayudarle. No daría ningún resultado si yo impusiera las manos en su cabeza y orase por usted. Estando como está usted, por más que lo hiciera, usted no recibiría nada. Le sugiero que se siente en el primer banco para mirar y ver lo que pasa y escuchar lo que se dice, y verá la diferencia entre creer y esperar".
Oramos por varios que buscaban sanidad, y entonces llegó una señorita que deseaba recibir el Espíritu Santo. Le pregunté: "¿Es usted creyente?"
"Soy miembro de la iglesia bautista", respondió ella.
"Ya ve que pudiera pertenecer a cualquier iglesia y no ser creyente. Creyente no quiere decir ser miembro de una iglesia, sino ser nacido de nuevo".
"Sí, lo sé; yo he nacido de nuevo".
"¡Qué bien! Pero no deje que el diablo le desvíe. ¿Cree usted en el Espíritu Santo? (Sé que no todos lo creen, siendo antes yo bautista). ¿Cree usted en el bautismo del Espíritu Santo y en hablar en lenguas?"
"Claro que sí. Está en la Biblia; está en la Palabra".
"¿Recibirá usted el Espíritu Santo ahora cuando le imponga las manos en su cabeza y ore?"
"Sin duda. Oiga, sentada allí seguí cada pasaje que citó en su predicación, y allí está todo. Está en la Palabra la imposición de las manos para recibir el Espíritu Santo. Por cierto lo recibiré".
Vi que ella estaba lista. Vi la fe en acción. Extendí la mano derecha y antes de tocarla, ella levantó las manos y de hecho habló en lenguas.
Dije al señor que observaba todo: "¿Ahora ve usted lo distinto que es el creer del mero esperar que reciba el Espíritu Santo?"
"Parece que sí", me contestó.
En la noche del viernes volvió. Tuvimos imposición de manos esa noche también para los que querían ser sanados y para los que querían ser llenos del Espíritu Santo. Aquel señor fue el primero en presentarse. Le dije: "Veo que ha regresado".
"Sí", dijo, "Aquí estoy y puedo decirle que he cambiado mi esperanza por la fe. Ponga las manos sobre mí y seré lleno del Espíritu Santo ahora".
Extendí las manos, y al tocarle vi sus manos en alto, y enseguida habló en lenguas.
¡Ay! la diferencia que hace cuando uno de veras cree a Dios, y no se contenta con esperar que reciba el Espíritu Santo, o la sanidad, o la contestación de una oración, o dinero. En realidad aquel señor no había buscado nada por trece años, simplemente esperaba recibir el Espíritu Santo. Y no se recibe nada por esperar.
Jesús dijo: "Todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis". No esperad, sino creed. Para aclararlo, si quiere usted saber si cree a Dios o si espera nada más, puedo decirle que la esperanza está en tiempo futuro. La esperanza mira adelante. Si usted busca ser sanado, no es en el futuro que quiere ser sanado, es ahora mismo, mayormente si sufre mucho. Si usted busca el Espíritu Santo, no es en el futuro que desea ser lleno del Espíritu, porque si usted lo aplaza, quedará sin suceder, es ahora cuando usted desea recibir.
Si uno desea la salvación, no es en el futuro ya que puede llegar a ser demasiado tarde. Sí, he hablado con hombres acerca de la salvación de su alma, y unos me decían que esperaban ser salvos; pero con dolor le digo que algunos de ellos están en el infierno. Dejaron este mundo sin ser salvos porque la salvación que se espera nunca llega.
Si usted hablara con alguien de su salvación, y le dijera a usted que esperaba ser salvo, usted le diría lo que dice a Biblia. Le diría que Efesios 2:8 dice: "Por gracia sois salvos por medio de la fe". Le diría que Jesús dijo: "Al que a mí viene, no le echo fuera". Le diría que Pablo dijo en Romanos 10:13: "Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo". Le diría que Pablo dijo en Romanos 10:9-10: "Si confesores con tu boca que Jesús es el Señor y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación". Procurará usted convencerle a dar el paso sin demora. Pero sabe usted que en cuanto a recibir el bautismo del Espíritu Santo, o en sanar el cuerpo, o en recibir lo que se pide se refiere, tropezamos con el mismo obstáculo. Esperamos que Dios oiga nuestra oración; esperamos sanarnos; esperamos recibir el Espíritu Santo. "Creo que lo recibiré algún día" no es más que esperanza. Aunque use la palabra "creo", lo deja en el futuro. Es esperanza.
Nótese que el texto dice: "Es, pues, la fe . . ." Se trata del tiempo presente. Si no es ahora, no es fe. La fe es del presente. La esperanza es del futuro. Aunque diga usted que cree, si lo pone en el futuro, no cree, sino que espera. Por eso no le resulta. Tráigalo al presente.
Algunos siempre creen que Dios va a hacer algo por ellos, pero la fe cree que El lo ha hecho y lo hace. Aún tratándose de la sanidad, muchos dicen: "Hermano Hagin, no entiendo por qué no he recibido mi sanidad. Y sé que Dios prometió sanarme". Dios no ha prometido sanar a nadie. Algunos preguntan: "¿No dice la Palabra de Dios: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias? ¿No es una promesa eso?"
No, no es una promesa. Es una declaración de algo que ya ha sucedido. 1°Pedro 2:24 dice: "Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos al pecado, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados". "¿No me promete la sanidad eso?" ¡No! No promete la sanidad. Le dice lo que le pertenece. He hallado que si puedo conseguir que uno deje de esperar y buscar la sanidad, y que crea, es sanado inmediatamente.
Hace unos años, una señora fue traída a donde yo predicaba. Ella no había dado ni un paso en cuatro años. Tenía unos 70 años, y los médicos habían dicho que ella nunca volvería a andar, que las rodillas ya no le funcionaban. Al estar siempre sentada, aumentó de peso.
Cuando se formó la fila de necesitados, trajeron a la mujer y la sentaron en el altar. Me arrodillé delante de ella, puse las manos en sus rodillas y oré. Entonces le dije: "Ahora hermana, levántese y camine en el nombre del Señor Jesús".
La buena señora se esforzó por levantarse, siempre llorando y orando: "Oh amado Señor Jesús, ten a bien sanarme. Señor, yo sé que prometiste sanarme. Sabes la molestia que he sido a mi familia, y que no puedo hacer nada por mí misma. Amado Señor, hazme el favor de sanarme; sana mis piernas, déjame andar. ¡Ay, ay!"
"Un momento, hermana" le dije "tengo una palabra para usted. Yo puedo ayudarla". Pero sin escucharme, gritaba más fuerte. Volví a decir: "Espere un momento, hermana; tengo una palabra para usted. Puedo ayudarla". Se aumentó su clamor. Por tercera vez yo dije: "Un momento, hermana, un momento. Yo tengo una palabra de Dios para usted. Puedo ayudarla". Ella daba señas de histerismo. Le agarré de los hombros y le di una fuerte sacudida y dije: "Le mando que se calle en el nombre del Señor Jesús". Ella se calló y me miró, pero la muchedumbre puso freno. ¿Sabía usted que un gentío puede ponerle freno? Sin excepción, cuando la muchedumbre le pone freno, no puede usted hacer nada.
Le pusieron freno a Jesús en Su propio pueblo, y El no pudo hacer mucho. La Biblia lo dice. Marcos 6:5 dice: "Y no pudo hacer allí ningún milagro". No dice que no quiso; dice que no pudo. "Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos". En el griego dice que puso las manos sobre unos pocos con dolencias menores. En otras palabras los pocos de Nazaret que Dios sanó tenían simplemente dolencias menores. ¿Por qué? Marcos 6:6 dice: "Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos".
Esta congregación me puso freno, y antes de poder hacer algo, tenía que quitármelos. Si no me libraba, no podría ayudar a la mujer. Si la gente se diera cuenta de eso, ¡qué cambio habría en nuestros cultos y en nuestras iglesias! Tuve que hablar con la gente antes de atender a la mujer. Yo dije: "Algunos pensaron que estaba siendo un bruto con esta mujer".
Algunos alzaron la voz: "Amén, es verdad".
"Ahora quiero hacerles una pregunta, por favor. Si mañana, al usted cruzar la calle un hombre detiene su auto preguntándole cómo se llega a cierto lugar, y después de explicárselo él se da la vuelta para ir en dirección contraria, ¿no trataría usted del atajarlo y ponerlo en el debido camino? Si viera que era forastero, ¿no se esforzaría usted por indicarle el camino correcto?"
"Pues, sí", contestó la audiencia.
"Bueno, esta mujer estaba equivocada. No estaba en camino a la sanidad. Estaba equivocada, y yo no hice más que hacerle parar. Ahora tengo su atención".
No todos, pero suficientes, me quitaron el freno. Les amonesté. "Si quitan el pié del freno un rato, veremos sanada a esta mujer". Me sentí liberado y me volví a la mujer. Pregunté: "Hermana, ¿sabe usted que está sanada?"
Me miró, abriendo los ojos desmesuradamente y dijo: "¿O, sí?"
"Sí", le dije, "está sanada, y puedo comprobárselo en la Biblia". Le alcancé mi Biblia abierta en 1°Pedro 2:24 y le pedí que leyera el versículo en voz alta.
Ella leyó: "Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos al pecado, vivamos a la justicia; y, por cuya herida fuisteis sanados".
"Lea otra vez esa última frase", le dije.
Ella leyó: "Por cuya herida fuisteis sanados".
"Con su permiso quiero hacerle una pregunta. La palabra fuisteis, ¿es del tiempo presente, futuro o pasado?"
"Es del tiempo pasado".
"Si usted fue sanada por las heridas de Jesús, entonces está sanada ahora, ¿no es verdad?"
"Sí, lo estoy"
"¿Hará usted lo que voy a indicarle?"
"Sí, si es fácil".
"Esta es la cosa más fácil que ha hecho en su vida. Alce las manos y los ojos al Señor y comience a alabarle porque está usted sanada, tiempo presente, porque está sanada, no va a estar, está sanada".
Como una niñita alzó los ojos y dijo: "Amado Señor Jesús, me alegro tanto de estar sanada". No había dado ni un paso. No tenía prueba alguna de la sanidad, y sin embargo, dijo: "Me alegro tanto de estar sanada, amado Señor. Tú sabes cuánto me aburrí sentada estos cuatro años. Gracias a Dios, mis rodillas están bien, mis piernas están sanadas. Tengo tanta gratitud".
Entonces dije a la congregación: "Demos gracias a Dios por ella porque está, no va a estar, sino que está sanada". Le fe es del presente. Hay que ponerla en el presente y las cosas saldrán a su favor.
La mayoría de los presentes alzaron las manos y alabaron a Dios con ella porque estaba sanada. Sin duda algunos decían: "No está sanada; no ha caminado; no ha dado ni un paso aún". Pero nuestro texto dice: "Es pues, la fe ... la convicción de lo que no se ve". El que espera hasta ver algo para creer, no tiene nada de fe. Me dirigí a ella y dije: "Hermana mía, en el nombre de Jesús levántese y camine". Inmediatamente la mujer brincó del altar como una joven, caminó, saltó, corrió y glorificó a Dios.
Me acuerdo de otra ocasión cuando después de un culto, una señora me dijo: "Hermano Hagin, quisiera que usted se pusiera de acuerdo conmigo. Le oí en su mensaje usar el pasaje de Mateo 18:19: "Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos".
"Muy bien, hermana", le dije, "¿acerca de qué quiere que me ponga de acuerdo con usted?"
"¿Tengo que decírselo?"
"Claro que sí. No puedo ponerme de acuerdo acerca de algo cuando no sé lo que es. ¿Cómo sería posible?"
"Pues, mi esposo tiene un buen empleo y ha trabajado con empeño, pero por una emergencia hemos prometido pagar dentro de 30 días cien dólares y no los tenemos. No sé de dónde vendrán, pero yo sé que Dios puede ayudarnos y dirigirnos".
"Puede, sin duda. Oremos entonces. Yo voy a orar y usted escuche mi oración y póngase de acuerdo con ella, porque si los dos oramos a la vez, podremos pedir diversas cosas. Pongámonos de acuerdo ahora". Entonces oré y le recordé al Padre que aquí estábamos dos, la hermana y yo, en la tierra, y que El había dicho que si dos de nosotros nos pusiéramos de acuerdo, y lo habíamos hecho, acerca de estos cien dólares que esta señora necesitaba dentro de 30 días, sería hecho. Dije: "Te damos las gracias porque estamos de acuerdo en creer que está hecho. Gracias por ello. Amén".
"¿Está hecho, hermana, está hecho?" pregunté.
Rompió ella a llorar y dijo: "Hermano Hagin, de corazón espero que sí. Espero que sí".
"No está" le dije. "No está porque no estábamos de acuerdo. Usted esperó y yo creí. No hay acuerdo entre nosotros".
Si prestamos completa atención, veremos por qué las cosas no nos suceden. Por cierto no es culpa de Dios que las cosas no resulten, porque Dios nunca falla. Si las cosas no salen bien, no es culpa de Jesús, porque Jesús nunca falla. Dios no cambia, y la oración no le cambia a Dios. El es el mismo antes, mientras y después que usted ora. La oración no cambia a Dios. La oración cambia las cosas pero nunca a Dios. El es siempre el mismo.
Algo que leí años atrás y nunca lo he olvidado, me ha sido de gran bendición a través de los años. Es esto: "Si oro acerca de algo, o pido algo y no lo recibo, hago un cambio, porque algo tendrá que ser alterado antes de verlo contestado. Sé que el cambio no puede ser con Dios, porque con El no lo hay; entonces el cambio tiene que ser conmigo". He seguido este proceder por años y hallo que resulta en el 100% de los casos.
Hemos de darnos cuenta que no podemos sustituir la esperanza por la fe y recibir contestaciones de Dios. No me entienda mal. Si guarda la esperanza en su debido lugar, entonces es una bendición maravillosa y hermosísima, y una realidad para usted. Pablo dijo en 1°Corintios 13:13: "Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor". No dijo que las otras cosas no tienen importancia. Dijo que el mayor de los tres es el amor. Pero cada uno de ellos tiene su lugar. No se puede sustituir el amor por la esperanza, y no se puede sustituir la esperanza por la fe.
Sin embargo, al tratar con tantos miles de personas a través de los años, yo sé que la gente generalmente basa su oración en la esperanza en lugar de en la fe. Lo sé por sus mismas palabras. Algunos dicen: "Si me quita la esperanza, no me queda nada".
Mi respuesta es: "No, no le quito su esperanza; le muestro simplemente que éste no es el lugar de la esperanza".
Gracias a Dios que tenemos una esperanza bendita. La bendita esperanza de la iglesia es el regreso eminente del Señor Jesucristo, la resurrección de los salvos, el arrebatamiento de los santos vivos, la esperanza de la Gloria, la esperanza de ver a nuestros amados y amigos. Gracias a Dios por tal esperanza. Nos regocijamos en ella, pero todo ello está en el futuro. El vendrá si lo creemos o no. Vendrá porque Su Palabra lo dice. La resurrección sucederá, creámoslo o no. Los queridos y los amigos, siendo creyentes, que han muerto y han abandonado este mundo y han ido al cielo, sin mirar el lo que creemos al respecto, están allí, y volverán con El en Su retorno.
Mi fe no es la que hará regresar a Jesús. No puedo creer que El vendrá hoy y así traerle, porque si así fuere, la iglesia podría creer y con ello traerle. Pero El vendrá ¿no es verdad? Sin embargo, esto es en el futuro, porque yo no sé si será hoy, mañana o en la próxima semana que Jesús vendrá. Sí, sé que viene, y sé que ésta es una esperanza bendita. Sé que es una esperanza purificadora, porque San Juan dijo que todo aquel que tiene esta esperanza en El, se purifica a sí mismo, así como El es puro. Como vemos, se trata del futuro; y, así tiene que ser. Al decir que creo que viene, incluyo el creer en lo que dice la Palabra, y esperar porque está en el futuro. Pero si digo: "Creo que voy a recibir la sanidad algún día", no es en verdad creer. Es una esperanza, y ello no me traería la sanidad.
He visto a gente buena morir diciendo eso, creyentes sobresalientes, que están ahora en los cielos. No les quisiera criticar, ya que no entendían la naturaleza de la fe. Decían: "Creo que El me va a sanar". Eso no es fe; es esperanza. Todo lo que señala algo en el futuro, o mira hacia el futuro es esperanza, no es fe.



Capítulo 2
La Fe es una Acción

Me acuerdo de lo que me contó un amigo mío de una predicadora en los primeros días de los pentecostales, que ministraba a cuatro personas en silla de ruedas. A todos les dijo en voz baja: "Levántese y ande en el nombre de Jesús". Tres se levantaron y caminaron; la cuarta persona no. Esta dijo: "No puedo andar".
"Los otros no podían andar tampoco, pero lo hicieron", fue la respuesta de la predicadora.
Y la predicadora tuvo que alejarse, dejándola en su silla.
Cuando los otros se pusieron a hacer lo que se les dijo, los resultados siguieron. Cuando usted hace lo que dice la Palabra de Dios, o hace lo que el Espíritu Santo le dice al corazón, entonces los resultados vienen. Eso es la fe.
En una iglesia donde yo era pastor, había una señora en silla de ruedas. Sufría de artritis, y un médico le había dicho que su cuerpo iba a quedar tieso, siempre doblado, sin poder enderezarse.
Ella y su esposo no faltaban a ningún culto de cualquier clase; siempre acudían. Yo podía orar por ella y se sanaba de la gripe o de un resfrío. Pero me pesaba que nunca pidiera oraciones para su artritis, aunque otros de la congregación habían sido sanados de enfermedades muy graves. Me molestaba porque yo sabía que era la voluntad de Dios el sanarla. Algunos dirían: "Quizá no era la voluntad de Dios". Pero yo sé que la voluntad de Dios es la sanidad de su pueblo. Eso no quiere decir que hay creyentes que no vayan al cielo porque no son sanados. Simplemente se privan de una bendición aquí en la tierra.
Una tarde un pequeño grupo de la iglesia fuimos a la casa de esa señora para orar con ella, y mientras orábamos, vi claramente lo que Dios quería de mí. Les dije a todos: "Apártense de ella". Me puse al otro lado del cuarto, el cual era bastante grande. "Miren todos", dije, "pero no la toquen. Quédense acá". Entonces señalándola con el dedo dije: "Ahora, hermana mía, levántese y ande en el nombre de Jesucristo". Yo soy testigo, como lo es el grupo allí y mi esposa, de que un poder invisible la levantó de la silla, y ella quedó sentada en el aire. Podía mover los brazos y en seguida buscó con ellos la silla. Al momento se cayó sobre ella. Al instante, del Espíritu de Dios vinieron a mis labios las palabras: "Hermana, no tiene fe ¿no es verdad? Usted no cree que será sanada nunca de esta artritis ¿no es verdad?"
Inmediatamente respondió: "No hermano Hagin, no creo. Voy a morir e ir al sepulcro con ella". Y así fue. No se puede recibir de Dios más allá de la fe actual. ¿Sabe usted lo que habría pasado si ella hubiera cooperado con Dios y con el poder que vino sobre ella? Habría andado. Habría sido sanada allí mismo.
Hay demasiada gente que cree que el poder de Dios, el poder del Espíritu Santo para sanar, va a apoderarse de ellos y obligarles a hacer algo fuera de su voluntad, sin su cooperación. Tal proceder no sería del Espíritu Santo; sería de un espíritu malo. Los espíritus malos obligan, empujan e impelen; pero el Espíritu Santo persuade, sugiere o da un impulso y queda con usted el responder y obedecer.
Yo dirigía una campaña en un pueblo de Texas, y una señora allí escribió a una amiga que viniera a recibir el Espíritu Santo. Llegó y estuvo en dos reuniones nuestras. Pasó adelante para recibir el Espíritu Santo. Le impuse las manos y oré; vino sobre ella el Espíritu Santo con el habla, pero no pude lograr que lo recibiese. Vino por oración una segunda vez. Oré y nuevamente vino sobre ella el Espíritu Santo y le dio el habla. Yo sabía exactamente lo que le sucedía; sin embargo, me di cuenta que iba a tomar bastante tiempo instruir, ayudar y hacerle ver. Se estaba haciendo tarde, así que lo dejé en las manos del pastor.
Cruzando hacia la casa de pastor, vi a la señora en su auto. Parecía tan abatida que le pedí al Señor la forma de ayudarla, y luego el Espíritu me mostró la manera más fácil de hacerlo. Fui hacia ella y abrí mi Biblia en Hechos 2:4. Le pedí que leyese en voz alta y leyó: "Y fueron todos llenos del Espíritu que les daba que hablasen". Le dije: "Hermana, ¿quiénes dice la Escritura hablaron en lenguas?"
"Dice que fue el Espíritu Santo", respondió. Le hice volver a leerlo y a la cuarta vez sospechó algo, y leyó despacio: "Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar. . ." Entonces algo asombrada dijo: "Pues ellos lo hicieron". Tomó mi Biblia y la examinó para ver si era la misma que ella tenía, y lo era. Entonces dijo: "Siempre he creído que era el Espíritu Santo el que hablaba".
Le dije que ya lo sabía, pero propuse leer otras Escrituras, para no basarnos en una solamente. Leímos Hechos 10:44-46: "Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios".
"Oh, lo veo", exclamó ella.
"Muy bien" le dije. "Ya tenemos dos testigos. Tengamos tres. Busque Hechos 19:6".
Leímos: "Habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas y profetizaban".
"Sabe, hermano Hagin", me dijo, "si me hubieran llamado a testificar ante un juez, y un abogado me hubiera preguntado quién hablaba en lenguas, yo hubiera dicho que era el Espíritu Santo y hubiera creído decir la verdad".
"Quiero hacerle una pregunta", le dije, "cuando le impuse las manos allí ¿vino sobre usted el Espíritu Santo? ¿Le sobrevino el poder de Dios?"
"Absolutamente".
"¿Quiso su lengua decir algo en otra lengua?"
"Pero, costó todas mis fuerzas el impedirlo".
"No debe impedirlo, sino cooperar con ello".
Cuando el Espíritu Santo da el habla, hay que tener fe para ponerla en acción. Y ella inmediatamente empezó a hablar en una lengua hermosísima.
En una ocasión yo conversaba con un individuo que había esperado en Dios por 15 años. No tardó en decirme: "Usted no puede decirme nada que yo no sepa acerca de esperar en Dios. Lo sé todo acerca de buscar a Dios". Puede que supiera buscar, pero no sabía recibir de Dios. Hay una gran diferencia entre los dos.
Un evangelista, amigo mío, dijo que estaba en la iglesia orando una mañana, cuando entró un hombre, quien le apretó la mano y luego le dijo: "¿Quiere saber algo? Hace 19 años que busco el Espíritu Santo". Parecía orgulloso del ello.
Aquél le dijo: "Usted no ha hecho tal cosa. Jesús dijo:"El que busca, halla". Si hubiera buscado, hubiera hallado. "Todo lo que ha hecho es estacionarse junto al altar". Estacionarse es todo lo que algunos hacen. Es hora de moverse y hacer lo que indica la Palabra de Dios ya que la fe es lo que lo hace.
Una vez me encontraba en una iglesia donde estaba un hombre al que se le habían quemado las piernas, tanto que no podía andar. Simplemente raspaba el suelo. En cierto culto, cuando teníamos una fila de personas queriendo ser sanadas el Señor por medio de Su Espíritu me dijo que hiciera que todos los lisiados de las piernas se presentasen primero. Aquél vino, el primero de unos doce. Esperé hasta que todos estaban delante de mí para decirles que Dios me había dicho que hiciese esto. Me dirigí a este hombre:
"¿Puede usted correr?"
"¡Ay, Dios mío! No puedo andar, mucho menos correr".
"El Señor me ha dicho que yo le diga que corra".
No se detuvo para pensar. Dio la vuelta y echó a ¡repelerse hacia adelante a toda prisa. Tres veces dio la vuelta al auditorio y a la tercera vez el Espíritu del Señor vino sobre mí. Salté de la plataforma, le agarré de la mano y corrí con él. Al llegar al púlpito estaba caminando sin arrastrarse, de manera normal. Quedó perfectamente sanado. Si yo no hubiera conseguido su cooperación en esta acción, no podría haberle ayudado.
La fe actúa según la Palabra de Dios, según lo que nos indica en ella o según lo que nos dice el Espíritu.
Recuerdo que en el culto de la noche siguiente, habían dos señores ancianos que respondieron a la llamada de salvación. No es muy común que personas ancianas lo hagan. Tanto se parecían que yo les creí gemelos. Resultaron ser hermanos de 74 y 72 años. Se me dijo que estos eran los vecinos más cercanos del hombre que había sido sanado la noche anterior. Lo vieron en el patio y creían que se había arrastrado hasta allí. Pero después de poco lo vieron enderezarse, sano, normal y dar la vuelta a la casa. Se apresuraron a ver lo que le pasaba, y él les contó como fue sanado y lo que el Señor había hecho. Por eso los dos asistieron al culto y fueron salvos. Uno fue lleno del Espíritu Santo. Algo milagroso tenía que haber ocurrido para convencerlos.

Capítulo 3
La Fe se Apropia de la Respuesta, Ahora

La fe dice: "Es mío. ¡Lo tengo ahora!" La esperanza dice: "Lo tendré algún día". Mientras espere nunca se materializará; nunca llegará a ser. Pero el momento en que empiece a creer, resultará.
Esa es la lección que aprendí en el lecho de dolor hace muchos años. Había estado en cama por 16 largos meses. De hecho, había estado enfermo toda mi vida; nunca corrí ni jugué como otros niños, no conocía una niñez normal, y a los 15 años de edad quedé confinado a la cama. Cinco médicos, uno de ellos de la famosa Clínica Mayo, dijeron que nadie en mi condición había vivido más de 16 años, según los archivos de la medicina. En mi décimo sexto año de vida me hallaba en cama.
Gracias a Dios por tantos libros buenos y provechosos que hay en estos días. Casi no habían libros en aquel entonces. Al menos no llegaron a mis manos. Yo era un joven bautista que leía la Biblia metodista de mi abuela, pero gracias a Dios que decía lo mismo que dice mi Biblia del Evangelio Completo. Yo lloraba y oraba diciendo: "Amado Señor Jesús, por favor sáname". Pasé noches enteras orando. El estar en cama 24 horas del día da tiempo para bastante oración. Les aseguro que pasaba horas orando, día tras día, semana tras semana, mes tras mes. Era salvo, nacido de nuevo pero mis oraciones no daban resultado. Oraba y tenía la impresión que Dios me sanaba. No es que oyera a Dios diciéndome que me había escuchado, pero tenía un sentido espiritual. Sintiéndolo yo ponía la mano sobre el corazón. Latía mal y mis piernas aún estaban paralizadas; eran hueso y piel sin carne. Rompía a llorar diciendo: "Señor, creí que ibas a sanarme. Lo sentí en mí. Me convencí, pero no fue". Me quedé anonadado. Por un mes no quise mirar la Biblia. Decidí abandonarla y darme por vencido. Luego descendía nuevamente a las puertas de la muerte, y me agarraba a la cabecera de la cama hasta gastar toda su superficie.
Luché contra la muerte con todo mi ser, volví a la Palabra de Dios, y aunque no veía en qué me equivocaba, recibía un tanto de ayuda, salía de los ataques, pero aún no recibía mi sanidad.
Finalmente, el segundo martes de agosto de 1934, despué de pasar 16 meses en cama, como a las ocho y media de la mañana le dije al Señor: "Amado Señor Jesús, cuando estabas aquí en la tierra, dijiste en Marcos 11:24: "Todo lo que pidieres orando, creed que lo recibiréis y os vendrá". Amado Señor Jesús, si estuvieras aquí pudiera verte con estos ojos como puedo ver a mi mamá, y si pudiera alargar la mano y ponerla sobre la tuya o tomar tu mano entre las mías como la mano de mi madre, y si me dijeras: "Hijo lo que te pasa es que no crees"; sin arrogancia tendría que decirte: "Amado Señor Jesús, es mentira, yo creo".
Cuando dije esto, El me habló. Ese día descubrí el secreto de la fe. Aunque Jesús no habla en voz audible, como voz humana, ni está aquí corporalmente; el Espíritu Santo está aquí, y El no hablará de Sí, dijo Jesús, sino que todo lo que oyere, eso hablará.
El Espíritu Santo oyó a Jesús decirlo, y El lo dijo a mi espíritu. En mis adentros se pronunciaron estas palabras: "Sí, crees bien hasta donde entiendes". Es natural que uno no puede creer lo que no sabe. Aquí está el motivo del fracaso de tantos. "Sí, crees bien hasta donde entiendes, pero aquí entra el versículo de la Biblia que dice: Creed que lo recibiréis y os vendrá".
¡Lo vi! Fue como si alguien hubiera prendido una luz dentro de mí. Lo vi. Dije al instante: "Amado Señor Jesús, lo veo. ¡Lo veo! Tengo que creer que recibo mi salud. Tengo que creer que recibo la sanidad aunque mi corazón no funciona bien. Tengo que creer que recibo la sanidad de mis piernas aunque viéndolo humanamente estoy aún paralizado. Y si creo que lo recibo, entonces lo tengo".
Nunca había hecho esto. Quería verme sano primero y entonces creerlo. Entonces, no hay para qué creer, porque ya se sabe. Al momento vi lo que había hecho. Tantos meses había esperado recibir mi sanidad y no resultó. Si sigue usted la Palabra y el Espíritu Santo, hará algunas cosas automáticamente. En esta ocasión podía usar las manos más que en otras. Inmediatamente alcé las manos, sin que nadie me lo indicara y sin saber por qué. Alcé las manos echado a lo largo de la cama, y dije: "Padre Celestial, amado Señor Jesús, gracias a Dios soy sanado. Creo que soy sanado".
Ya lo tenía en el presente. Ya me servía a mí. ¡La fe es ahora! Fe es en tiempo presente. Si no es ahora, no es fe. Me estaba beneficiando en ese momento. Si espero que voy a recibir mi salud, esto no es tiempo presente, no es fe.
"Gracias amado Señor Jesús," yo dije, "por mi salud". Creo que mi corazón está sano. Creo que la parálisis está curada. Te doy gracias por la sanidad de mi cuerpo".
Pasé algún tiempo agradeciendo al Señor porque mi corazón estaba sano, mi cuerpo sanado. Pero casi en ese mismo instante Satanás me desafió. Sí, inmediatamente me dijo: "Qué espectáculo eres ahora. Tú, un creyente, y ahora resultas un mentiroso". El diablo suele negar que haya infierno o lago de fuego, pero me dijo: "¿No sabes que la Biblia dice que todos los mentirosos tendrán su parte en el lago de fuego y azufre?"
"Sí" contesté "sé eso, diablo, pero no mentí". Supe que era el diablo porque toda duda o desaliento es del enemigo.
"Sí, mentiste. Dijiste que estabas sanado y no lo estás. Examina tu corazón".
Inconscientemente me toqué el pecho y luego le di un golpe a Satanás y dije: "Oye diablo, no dije que me sentía sanado. Eso sería mentira, porque no me siento sanado. No dije que se ve que estoy sanado. Eso sería también mentira. No dije nada sobre mi aspecto o sobre mis sentidos. Dije que creo que estoy sano, que estoy sano, y que recibo la contestación de mi oración, y si tú dices que no lo creo, mientes. Eres mentiroso, según lo que ha dicho Jesús. Jesucristo, el Hijo de Dios, cuando estaba en la tierra dijo según Marcos 11:24: "Todo lo que pidieres orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá". Jesús lo dijo, y lo que El dijo es verdad; creo eso. Sí, lo creo, lo tendré. Lo creo ahora. Si quieres discutir y argüir, ve a Jesús. No fui yo quien lo dijo, Él lo dijo". Se calló y yo volví a ocuparme en alabar a Dios y en darle las gracias por contestarme.
Después de un rato, oí dentro de mí, en el corazón o en el espíritu, estas palabras: "Crees que estás sanado. Pero los sanados, los sanos, no tienen por qué estar en cama. Necesitan estar en pie".
"Es verdad", yo dije. "Por cierto es verdad. Sí, Señor, es verdad. Voy a levantarme. Gloria a Dios, voy a levantarme".
Creía, pero la fe se apropia; creer es dar el paso, y uno tiene que dar los pasos. Tengo que decir que no tenía mejor aspecto. No me sentía mejor. No sentía nada desde la cintura para abajo. Con las manos me esforcé hasta sentarme, empujé mis piernas y mis pies de la cama, torcí el cuerpo hasta que mis pies dieron contra el suelo como dos pedazos de palo. No podía sentirlos pero podía verlos.
El diablo se entremetía, insistente, metiendo pensamientos en mi cabeza como balas de un mortero: "No puedes andar y lo sabes. No estás sanado y lo sabes. Estás mintiendo, y caerás aquí y yacerás en el suelo. Sabes que no hace 30 días desde que caíste de la cama y tuviste que quedarte en el suelo hasta que tu hermano mayor vino y te alzó y te puso en la cama, porque tu abuela es anciana y tu madre enfermiza, y no pueden alzar ni tus 40 kilos. Ninguno de los vecinos está y tu hermana se ha mudado. Tendrás que quedarte en el suelo hasta las cinco de la tarde, hasta que el abuelo llegue de su trabajo; entonces te pondrá en la cama".
La mejor arma contra el diablo es negarse a prestarle atención. Me puse como sordo, como si sus palabras cayeran sobre el aire. Me agarré del poste de la cama con los brazos, dejando que las rodillas se doblaran. Alcé una mano un poquito y dije: "Gracias a Dios, estoy sanado. Quiero declarar en la presencia de Dios Todopoderoso, y del Señor Jesucristo, y de los ángeles del cielo, en la presencia del diablo y de los espíritus malos que la Palabra de Dios es verdad, y yo creo que estoy sanado. Lo creo".
El cuarto parecía dar vueltas porque hacía 16 meses que yo estaba en cama. El suelo, el techo, los muebles giraban. Cerré los ojos y continué abrazado al poste de la cama. Cuando me parecía que las cosas ya no giraban, abrí los ojos y dije de nuevo: "Gracias a Dios, según la Palabra estoy sanado". Lo creí y sentí algo. El sentir me vino como una miel tibia derramada en mi cabeza. Comenzó en la corona y corrió abajo en mi cuerpo. Cuando llegó a la cintura siguió hasta la punta de los dedos de los pies. Todos los nervios de las piernas entraron en acción, y el sentí como si dos millones de alfileres me hincaran. Quise llorar pero me sentía demasiado feliz. ¡Tanto tiempo sin sentir nada! Aguanté hasta que pasó y me sentí normal. Nada de parálisis. Dije: "Voy a andar ahora". Lo hice y he seguido andando.
De esta manera aprendí lo que digo. Enseño no sólo la fe, sino también la sanidad. Le fe entra en acción al recibir el bautismo del Espíritu Santo. Eso lo supe cuando vi lo que la Palabra de Dios decía acerca del bautismo del Espíritu Santo. No me detuve para decir: "Si tuviera suficiente fe, podría recibir porque Dios me prometió el don del Espíritu Santo". No. Yo había aprendido el secreto de la fe, el principio de la fe, y procedí según ello.
Sencillamente dije: "Voy a la casa del pastor de Evangelio Completo y voy a recibir el Espíritu Santo ahora". Así que fui, toqué la puerta y le dije: "Vengo a recibir el Espíritu Santo".
"Espere" me dijo, "y búsquelo en el culto esta noche".
"No me costará recibirlo" respondí. Y no me costó, pues no cuesta si uno extiende la mano y recibe.
Capítulo 4
La Esperanza Cambiada en Fe, trae Resultados

Mientras dirigía una campana en Pamona, California, en 1950, conocí a un hombre de 83 años de edad. Este se presentó con otros para recibir el Espíritu Santo. El me dijo que hacía 50 años que buscaba el Espíritu Santo: "Hermano Hagin, mi señora recibió el Espíritu Santo en el avivamiento aquí en Los Ángeles y unos decían que todos los que iban allá recibían el Espíritu Santo, pero yo fui a aquella campana por tres años, a tres cultos diarios. Yo acudí casi sin faltar y busqué el Espíritu Santo sin cansarme, pero no lo recibí".
La segunda vez que le impuse las manos, por revelación supe lo que le pasaba, pero también supe que no lo aceptaría en ese momento ni creería la verdad. El que usted sepa lo que sucede no siempre beneficia a la gente. Ellos tienen que saberlo.
De todos modos, el hombre continuó asistiendo de día y de noche mientras yo enseñaba sobre la fe. Por fin vio la luz. Es curioso que oyéndolo por una semana no lo comprendiera. Fue necesario que lo oyera repetidas veces. Por eso enseño varias veces ciertas verdades. Simplemente, la gente no entiende la primera vez. Por fin, después de estar en todos los cultos durante diez días me buscó y dijo: "Hermano Hagin, recién esta mañana he comprendido. Ahora veo por qué no he recibido; nunca he creído. He esperado, solamente, recibir el Espíritu Santo".
"Ya lo sabía, hermano", respondí. "Lo supe la segunda vez que le impuse las manos y oré; me fue revelado, pero también supe que yo no podía hacerle entender en ese momento. Pero sabía que si usted seguía viniendo, lo vería tarde o temprano".
"Usted tendrá que darme un poco más de tiempo".
"Muy bien, hermano, todo el tiempo que quiera".
"Ya ve que hace 50 años que sigo este camino y me va a ser un poco difícil ir en dirección contraria".
"Está bien que tome el tiempo que sea necesario, pero venga siempre a los cultos".
"¿Cómo no? Estaremos día y noche".
Le dije que cuando cambiara su esperanza en fe, yo lo sabría, él lo sabría, y entonces recibiría.
Tres días después, en la noche del viernes, después del culto, él vino al pastor y a mí y dijo: "Hermanos, ¿será posible que impongan las manos sobre mí? He cambiado mi esperanza por fe. ¡Estoy listo! ¡Estoy listo!"
Le pregunté si pensaba recibir.
"Sí" dijo. "Pongan las manos sobre mí y recibiré ahora mismo". El pastor y yo pusimos las manos sobre él, y casi al momento sus manos estaban en alto, su boca abierta y hablaba en lenguas. Por 50 años estaba esperando recibir el Espíritu Santo. Ahora lo recibió.
Recuerdo un caso cuando viajaba solo. Estaba en cierto lugar en una campana y algunos síntomas alarmantes aparecieron en mi cuerpo. Los tuve por tres noches y me quitaban el sueño. El diablo me hablaba (Uno sabe cuando es el diablo el que habla o cuando es Dios el que habla. El diablo habla duda y falta de fe, mientras que Dios no habla en contra de Su Palabra). Aquél me dijo que yo no iba a ser sanado, no esta vez.
Cuando el diablo persistía, me puse a reírme de él. No estaba con ganas de reír, pero me obligué a hacerlo, y reí, sabiendo que el diablo no dejaría de preguntarme el por qué. Y al rato el diablo me hizo esa pregunta.
"Me río de ti", le dije.
"¿Te ríes de mí?"
"Sí, me río de ti".
"¿Por qué te ríes de mí?"
"Tú has dicho que yo no iba a recibir la sanidad, pero ¿por qué quiero recibirla, cuando Jesús ya me la ha conseguido? No pienso conseguir nunca la sanidad, señor diablo. En 1°Pedro 2:24 la Biblia dice: "Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos al pecado, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados".
Hace casi dos mil años desde que fui sanado por las heridas de Jesús, y eso me pertenece a mí. No estoy procurando tenerlo. Lo tengo". Los síntomas desaparecieron y hasta hoy no han vuelto. Vencí al diablo por medio de la sangre del Cordero y de la palabra de mi testimonio.
Quiero dar un paso más. Miremos Juan 20:24-29: "Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. El les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré. Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos, no seas incrédulo sino creyente. Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! Jesús le dijo: Porque me has visto Tomás creíste, bienaventurados los que no vieron y creyeron".
Pasemos a Romanos 4:17-21: "Abraham, el cual es padre de todos nosotros ... delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen. El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de mucha gente. Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido". ¿Hay diferencia entre la fe de Abraham y la fe de Tomás? ¡Por cierto que sí! Tomás dijo: "No creeré si no veo la señal y la herida de su costado". Jesús le dijo: "Porque me has visto, creíste; bienaventurados los que no vieron y creyeron". Sin embargo, aquí está Abraham, quien "llama las cosas que no son, como si fuesen".
¿Cuál es la fe de la Biblia? La de Abraham, por supuesto, porque nuestro texto dice: "Es pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve". Abraham se halla mencionado en el capítulo 11 de Hebreos, siendo basada la fe de Abraham en estar "plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido". Creyó a Dios y en Su Promesa.
En otras palabras, aquí hay una pequeña fórmula de la fe que puede servirle. Primero, Abraham tenía la Palabra de Dios acerca de ello. Segundo, él creyó la Palabra de Dios. Tercero, no miró a las circunstancias que parecían contrarias. Cuarto, dio gloria a Dios. Siga usted estos cuatro pasos y sin falta llegará a Dios, porque son cuatro pasos seguros a la liberación, la sanidad, la petición o lo que busque.
Nótese la fe de Tomás. Su fe no se basaba en lo que dijo Dios. La fe de Tomás se basaba en sus cinco sentidos, porque dijo que no creería hasta ver. Tantos dicen que cuando lo vean, o cuando lo sientan, entonces sabrán lo que tienen. Pero eso no es la fe de la Biblia. Es la fe natural y humana y cualquier pecador tiene esa clase de fe.
Claro está que la fe verdadera se basa en la Palabra. Tal fe dice: "Si Dios dice que es verdad, lo es". ¡Creer a Dios es creer Su Palabra!"
A mí me gusta citar esto: "No puedo comprender a Dios a través de lo que siento. No puedo comprender al Señor Jesucristo a través de lo que siento. Puedo comprender a Dios Padre y a Jesucristo sólo por lo que la Palabra dice de ellos. El es todo lo que la Palabra dice que El es". Precisamente conocer a Dios el Padre por la Palabra, y precisamente conocer al Señor Jesucristo por la Palabra.
Hay muchos que tratan de conocer a Dios a través de lo que sienten. Cuando se sienten bien, creen que Dios les oyó; y si no se sienten bien, creen que no les oyó. Su fe se basa en lo que sienten, pero mi fe se basa en la Palabra de Dios. Si la Palabra de Dios dice que El me oye, entonces sé que me oye, porque El lo dijo, y Su Palabra no miente. Es decir, si mi fe fuera basada en lo que siento, entonces usaría una fe natural y humana, nada más. Procuraría ver resultados a través de una fe natural y humana, lo cual es imposible. Para ver algo de Dios, tengo que usar la fe de la Biblia, y si mi fe está basada en la Palabra de Dios, entonces creo la Palabra sin reparar en pruebas que satisfagan mis sentidos físicos.
Tantos son los que procuran conseguir la bendición de Abraham a través de la fe de Tomás y eso no funciona. Nosotros los creyentes tenemos la fe de Abraham porque Gálatas 3:29 dice: "Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa". Gálatas 3:7 dice: "Sabed, por tanto, que los que son de fe, estos son hijos de Abraham". Entonces tenemos la fe de Abraham. No estamos procurando tenerla, la tenemos.
Me acuerdo de que, en un lugar en donde tuve una campaña, había una predicadora que repetidas veces venía a la fila buscando sanidad y, nunca la recibió. El pastor me preguntó por qué. Dijo que la mujer era muy conocida, y que otros no buscaban la sanidad viendo que ella no la recibía. Pedí al Señor Su ayuda la próxima vez que la vi en fila. Cuando llegué a ella, oré, y cuando terminé, ella se palpó y dijo inmediatamente: "No, todavía no lo tengo. Ore de nuevo".
Oré entonces, y cuando terminé. Volvió a hacer lo mismo. Le dije: "Oraré una vez más por usted y entonces puede ir a sentarse".
El Señor me indicó cómo usarla como ejemplo para ayudar a la congregación. Cuando se dirigió al pasillo la llamé y ella volvió. Le dije: "Hermana, quiero hacerle una pregunta".
"Hágala", contestó ella.
"¿Cuándo va usted a comenzar a creer que está sanada?"
"Pues, cuando sea sanada".
"¿Por qué quería usted creerlo entonces? Me parece a mí que entonces ya lo sabría".
"Diga eso otra vez", me dijo. Le hice esta declaración cuatro veces, y no la entendió. Pero gran parte de la congregación la entendió y muchos se añadieron a la fila y fueron sanados. Ella trataba de recibir aquella verdad con la mente, pero la mente no puede recibir las cosas del Espíritu. Si escucha a su espíritu, algo responde dentro de su ser porque su corazón lo comprende. Toda persona puede creer lo que siente, oye y ve, funcionando en lo físico mayormente. A veces hay que andar por vista, pero hablo de las cosas de la Biblia, de las cosas espirituales, donde no andamos por vista.
Si la ciencia médica sana, es por lo físico. La llamada "Ciencia Cristiana" sana por la mente. Pero si Dios sana, lo hace por el espíritu: la sanidad espiritual. La sanidad divina se recibe de Dios el Padre tal como se recibe el nuevo nacimiento, que es el renacimiento de nuestro espíritu. Al nacer de nuevo, no es el cuerpo el que vuelve a nacer. Tenemos el mismo cuerpo de siempre. Sabemos que la Biblia dice que si uno está en Cristo, nueva criatura es. No quiere decir que el cuerpo se renueva. No cambia lo físico, pero al ser salvo, el hombre interior, el hombre de dentro que nace de nuevo, se hace otro. El nacimiento de nuevo es el renacimiento del espíritu humano. Jesús dijo: "Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido de Espíritu, espíritu es". Al momento del nuevo nacimiento de uno, no se puede observar lo que le ha pasado adentro, pero pasado el tiempo, sale a luz.
Hemos sido engañados por algunos que han venido al altar. Oran, lloran, saltan, abrazan y parecen tan felices, y entonces no volvemos a verlos ni a oír de ellos. Nos parecía que algo había pasado. Fue algo causado por las emociones, no por el nuevo nacimiento. Otros no demuestran ninguna emoción, y no sabemos si les ha pasado algo o no. No se quedan en el altar mucho tiempo, pero muchos entre ellos llegan a ser creyentes sobresalientes. Muchas veces nuestra fe se basa en nuestros sentidos corporales. Creo en la emoción, pero la pongo en último término. La Palabra de Dios primero; la fe en la Palabra de Dios, segundo; y la emoción, por último. Muchos la ponen al revés y tienen primeramente la emoción, la fe en su emoción, segundo y la Palabra de Dios por último.
No se puede saber al momento lo que ha pasado dentro de una persona, porque es el renacimiento del espíritu humano; pero si anda en la luz que tiene, se verá en el exterior también.
Amigos, la esperanza espera, pero poco recibe. Es una lástima que tantos digan, cuando se trata de la oración: "Espero y oro, oro y espero". ¿Ha oído usted eso? ¿Dice usted eso? ¡Corríjase! La próxima vez que lo diga, dése en la boca y diga: "Ya no; eso no es fe". Se oye esto: "Todo lo que nos queda es orar y esperar". Si eso es todo lo que hace, está vencido.
En cierta ocasión me hospedé en la casa del pastor donde tenía una campaña. Creo que ese pastor era el peor del mundo en decir: "Estoy esperando y orando". Lo repetía media docena de veces cada día. Me asombraba que se sentara en todos los cultos donde yo enseñaba la diferencia entre la esperanza y la fe, pero se le escurría como agua de la espalda del pato. Es por eso que yo sé que tengo que repetir tantas veces estas cosas pues no las entendían.
Un día a solas conmigo, me dijo: "Hermano Hagin, quiero que ore conmigo por algo, si me hace el favor".
"Bueno" le dije "¿qué es?"
"Pues, hay un negociante aquí que no pertenece a mi iglesia, que quiere darme el título de una cabaña cerca del lago, con unas hectáreas de terreno. El debe 900 dólares y me dijo que yo podía pagar algo mensualmente, o él lo podía pagar, y yo podría pagarle sin intereses. Pero su señora tenía inconvenientes y me ha pedido 30 días para resolverlos".
Dos veces yo le había dirigido una campaña y no le había penetrado. Cuando dijo: "Estoy esperando y orando", le hablé: "Hermano, si eso es todo lo que hace, está perdiendo el tiempo".
Por un momento no sabía que hacer. Abría y cerraba los ojos y yo temía que se desviara del camino. Entonces respondió: "Tiene usted razón. Sí, tiene razón. Iba a decir que perdía mi tiempo y el de Dios también, pero no pierdo el tiempo de Dios. El no me oyó, pierdo el mío no más".
Consiguió el terreno y la cabaña cuando dejó de esperar y comenzó a creer.
La fe es tan sencilla, sea en lo espiritual, en lo financiero o en lo material. La fe es del presente. AHORA ES LA FE. La fe dice: "Lo tengo ahora"
La esperanza dice: "Lo tendré algún día", pero eso no sirve. Deje de orar y esperar. Ponga guarda a sus labios. Desde ahora diga: "Estoy orando y creyendo", y si dice esto, ¡funcionará para usted!

LA AUTORIDAD DEL CREYENTE KENNETH HAGIN

LA AUTORIDAD DEL CREYENTE

Por: Kenneth E. Hagin


Capítulo 1

Las Oraciones de San Pablo


El tema de este libro se basa en la Epístola de San Pablo a los Efesios, y por eso se insta a los lectores que comiencen este estudio leyendo detenidamente los primeros tres capítulos de Efesios.
El capítulo 1 y también el capítulo 3 concluyen con una oración. Pablo nos dice que ora por la iglesia en Efeso. En el capítulo 1, versículos 16 y 17, leemos: “No ceso de dar gracias por vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él".
El Espíritu Santo es el que da estas oraciones de los capítulos 1 y 3 de Efesios. Pablo hizo estas oraciones no solamente por la iglesia en Efeso. Estas oraciones pueden aplicarse a Ud. también. Son oraciones inspiradas por el Espíritu, y por eso se aplican igualmente a todos nosotros. Son tanto para nuestro beneficio hoy como para el de aquella iglesia.
El punto decisivo en mi vida ocurrió como resultado de hacer estas oraciones personalmente en numerosas ocasiones. Comencé con leerlas en voz alta empezando con el capítulo 1. Yo usaba yo donde Pablo usaba vosotros. Por ejemplo, leyendo Efe¬sios 3:15-17, decía: “Por esta causa yo doblo mis rodillas ante el Padre de mi Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda fami¬lia en los cielos y en la tierra, para que me dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecido con poder en mi hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en mi corazón
Pasé mucho tiempo ante el altar de la iglesia de la cual yo era pastor repitiendo estas oraciones. Varias veces al día hacía estas oraciones por mí mismo. A veces le decía a mi señora que iba a la iglesia para orar, y que no quería ser molestado salvo en caso de alguna emergencia. A veces permanecía en oración allí por dos o tres días.
Después de unos seis meses de orar así, mi primera petición se iba cumpliendo. El versículo 17 del capítulo 1 dice: “Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él". La revelación de la Palabra de Dios me empezó a venir. Podía ver cosas en la Palabra que no había visto antes. Le dije a mi señora que yo había sido un gran ignorante predicando cosas que no entendía. Le dije al Señor que yo no había predicado más que tonterías. Le dije a mi señora: «He sido tan ignorante acerca de la Biblia que es de sorprender que mis diáconos no lo hubieran notado". Aprendí más acerca de la Biblia en seis meses que lo que había aprendido en 14 años de ser pastor y en más de 16 años de ser creyente.
Ahora le sugiero que pruebe Ud. lo mismo. No puede ser negligente, pero si se mantiene firme en su propósito, le dará resultado.
Hice estas oraciones por un miembro de mi familia que no podía creer ciertas verdades bíblicas, tales como la sanidad divina. Al orar yo metía el nombre de aquella persona donde había metido el mío. Al cabo de diez días aquella persona me escribió diciendo que como por milagro las cosas se le estaba abriendo.
Muchas veces hay los que desean saber cómo orar por otros creyentes. Si Ud. comienza a hacer estas oraciones por ellos, verá resultados en aquellas vidas.

La Autoridad del Creyente

El libro de Efesios nos enseña acerca de la autoridad que pertenece a los creyentes. En Efesios 6:12 leemos: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes". Pero gracias a Dios, tenemos autoridad sobre ellos a través de Jesucristo.
Creo que hay pocos aspectos de la vida del creyente acerca de los cuales hay tanta falta de sabiduría exacta como en éste. Esta autoridad no está reservada para unas pocas almas especiales. Es la posesión legítima de todo hijo de Dios. Véase Efesios 1:3: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celes¬tiales en Cristo". Se refiere a la iglesia entera, no a unos pocos individuos.
Este versículo dice: “Con toda bendición espiritual". Quiere decir toda bendición que ya se nos ha dado. Cristo ya ha hecho toda provisión. A El no le queda nada que hacer. En Cristo nos pertenece toda bendición espiritual.
Esta promesa es para nosotros, pero si la ignoramos, no nos aprovechará nada. Un hombre podría meter un billete en un lugar secreto de su billetera; podría quedarse sin gasolina, y olvidándose del dinero en su billetera, tendría que llamar a alguien a su auxilio. Sin embargo, si simplemente se acordara del billete, podría pagar su propia cuenta.
Un día metí $20 atrás en mi billetera y me olvidé de ellos. Necesitando dinero busqué y lo hallé. Se me ocurrió que quizás Dios lo había puesto en mi billetera, pero luego me acordé de él. No podía usarlo mientras no supiera que estaba allí, pero al hallarlo podía usarlo. Era mío por cierto, tanto cuando lo ig¬noraba como cuando sabía de él. Del mismo modo esta autoridad es nuestra si tenemos conocimiento de ella o no.
Uno también puede saber lo que es suyo, sin actuar de acuerdo con ello, por lo tanto, no recibir ningún beneficio. Una vez leí de un hombre que fue hallado muerto en su cuarto, una habitación reducida alquilada por una miseria. Se le había visto en las calles durante unos veinte años, siempre andrajoso, bus¬cando desperdicios para comer. Al echarle en falta, los vecinos investigaron y lo encontraron muerto en la cama. Se certificó que había muerto de mala nutrición. Sin embargo, hallaron en su cinturón más de veintitrés mil dólares.
Aquel hombre había vivido en la suma pobreza, vendiendo diarios en la calle, y ¡con tanto dinero! Hubiera podido vivir en el hotel más lujoso de la ciudad, en vez de en ese cuartucho. Hubiera podido comer lo más rico, en lugar de los desperdicios. Pero no usó lo que le pertenecía.
Necesitamos saber lo que es nuestro, pero saberlo no basta. Es cuando actuamos en lo que sabemos lo que trae resultados.
Esta autoridad nuestra no sólo pertenece a unos pocos esco¬gidos; pertenece a todos los hijos de Dios. En verdad recibimos esta autoridad cuando nacemos de nuevo. Siendo hechas criaturas nuevas en Cristo Jesús, heredamos el nombre del Señor Jesucristo, y podemos usarlo en oración contra el enemigo.
Algunos creen que esta autoridad sobre el diablo es de unos pocos individuos a quienes Dios ha dado poder especial. El diablo no quiere que la gente descubra lo que le pertenece, y se empeña en esconder la verdad. Él sabe que en cuanto el pueblo de Dios descubra su autoridad en Cristo Jesús, no podrá oprimirlos más. Satanás sabe que esto pondrá fin a su ascenden¬cia sobre ellos.
Así que el diablo no quiere que los creyentes se apropien de esta autoridad. Quiere seguir derrotando al hijo de Dios, humillándolo a su antojo. Sabe que cuando el hijo de Dios descu¬bre la verdad, ya no es dominado por el enemigo. Entonces éste dominará al diablo y disfrutará el derecho que justamente le pertenece. Es por eso que el diablo hará todo lo posible para impedir que la gente llegue a saber la verdad. Dijo Jesús: «Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (San Juan 8:32).


Capítulo 2
La Autoridad ¿Qué Es?

En el Nuevo Testamento la palabra griega traducida “poder" primeramente quiere decir “autoridad".
¿Qué diferencia hay entre la autoridad y el poder? Los traduc¬tores del Nuevo Testamento dieron una interpretación bastante uniforme a muchas palabras del griego original. Sin embargo, no dieron uniformidad a otras. Tal es el caso de las palabras: “poder" o "potestad" y "autoridad". Un ejemplo de esto se halla en San Lucas 10:19: "He aquí os doy potestad de hollar ser¬pientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará." La palabra "potestad" es usada; sin embargo, la pala¬bra griega no es esa. Lo que Jesús dijo fue: "Os he dado autoridad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo".
¿Qué significa la autoridad? En las calles más transitadas de la ciudad, en medio de las corrientes de autos, se ven a los policías dirigiendo el tráfico. Estos simplemente alzan la mano y los autos se detienen. Los policías no tienen la fuerza física para detener un auto. ¿Cómo podría un hombre solo oponerse a una máquina de esas? Sus esfuerzos más estrenuos no podrían parar un vehículo en marcha. Sin embargo, él está investido de autori¬dad por el gobierno al cual sirve. El tránsito, incluyendo los forasteros en la ciudad, reconocen esta autoridad y la obedecen. La autoridad es poder delegado.
Se dice en Efesios 6:10: "Por lo demás, hermanos míos, forta¬leceos en el Señor y en el poder de su fuerza". Al leer esto, muchos creen que el Señor quiere decirles que se fortalezcan en sí mismos, y traten de ser fuertes. Procuran aguantar y esfor¬zarse. Pero las Escrituras no dicen que uno debe esforzarse. Dicen: "fortaleceos en el Señor
¿Cómo le parecería si viese a un policía procurando detener con su cuerpo a un auto? Sería ridículo. San Pablo dijo: «Fortale¬ceos en el Señor; y en el poder de Su fuerza". El policía no ejerce sus propias fuerzas. El es fuerte en la autoridad que le es inves¬tida. Ud. puede ponerse delante del diablo, alzar la 'mano y man¬darle que no se acerque. Ejerza su autoridad.
Una señora salió de una casa para tomar el tranvía. Su perro la seguía. Ella le dijo: "¡Ándate!" Pero el animal pedía caricias. Volvió a decir: "Querido, no puedes ir. Tienes que marcharte". Sus palabras no surtieron efecto. En aquel momento llegó el tranvía. La mujer pataleó y gritó: "¡Vete!" y el perro obedeció. De esa manera hay que hacer con el diablo. Hace unos años, mien¬tras yo servía de pastor de una iglesia, tuve una lucha en mi cuerpo sobre la cual no parecía tener la victoria. No se lo dije a nadie; simplemente al Señor, creyendo que Él me sanaría. Por lo tanto, permanecí firme en mí creencia.
Hubo momentos de noche cuando parecía que no resistiría, en tales momentos me levantaba y oraba. Esto duró por unas seis semanas. Entonces en una noche de suma dificultad, había estado orando, cuando por fin me dormí, y tuve un sueño man¬dado por el Señor.
Soñé que andaba con otro hombre por una cancha rodeada de filas de asientos como un estadio de deportes. Andando y conver¬sando de repente mi compañero miró atrás y echó a correr. Yo miré atrás y vi a dos leones, bestias feroces. Eché a correr, pero luego me detuve y le dije al otro que nos era imposible escapar. Nos quedaba muy lejos todo auxilio.
Me paré en seco, di la vuelta y enfrenté a los leones. Temblando, les dije que me oponía a ellos en el nombre de Cristo y me negué a moverme. Rugiendo los dos leones continuaban acercándose; de súbito se pararon mirándome; después de hus¬mear, se retiraron. En eso me desperté. Pensé en esta Escritura:
"Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo" (1 San Pedro 5:8,9).
Había peleado una larga batalla, pero obtuve la victoria allí en aquel momento. Yo había permanecido firme. Tales sueños no son una coincidencia; proceden del Señor.
"Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza" (Efesios 6:10). Usemos esta autoridad acordándonos que la autoridad es el poder delegado, y que su valor depende de la fuerza que respalda al que la usa.
En cierta ocasión el Primer Ministro de Gran Bretaña llevó un documento a la Reina victoria para que con la firma de ella se hiciera ley. La Reina resistió hacerlo, y acabó por negarse a firmarlo. Pero su Ministro siguió con una urgencia inusitada:
"Su Majestad, es imprescindible que firme este documento".
Esta le miró con soberbia y aseveró: "Señor, yo soy la Reina de Inglaterra".
El otro replicó calladamente pero con firmeza: "Su Majestad, yo soy el pueblo de Inglaterra
Ella le dio la razón y concedió su firma.
Jesús dijo: "He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo". O, "les doy autori¬dad". Jesús, Dios mismo, es la fuerza detrás de la autoridad. El creyente que es totalmente consciente del poder divino que le respalda, y de su propia autoridad, puede hacer frente al enemigo sin temor ni vacilación. Detrás de la autoridad que posee el creyente hay un poder mayor que el que apoya a nues¬tros enemigos. Y aquellos enemigos están obligados a reconocer esa autoridad.
1 San Juan 4:4 dice: "Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo". El que está en el mundo es el dios de este mundo. Satanás encabeza estos principados, potestades y go¬bernadores de las tinieblas de este mundo. Pero mayor es el que está en Uds. que el que está en el mundo.
Detrás de la autoridad poseída por el creyente hay un poder mayor que el poder detrás de nuestros enemigos. Dice el Espíritu que el poder en la tierra, hallado en el nombre de Jesús, y conseguido por Él al vencer al enemigo, pertenece a Su pueblo. Por lo tanto, ejerza Ud. esa autoridad porque le pertenece en la tierra, y en esta vida reinará Ud. por Cristo Jesús
Dice en San Mateo 28:18: "Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra Nuevamente nos encontramos con la misma palabra griega la cual es traducida "autoridad". "Toda autoridad me es dada en el cielo y en la tierra
Cristo transfirió a Su iglesia esta autoridad. Ascendió al cielo y es la Cabeza de la iglesia, siendo nosotros el cuerpo. La autoridad tiene que perpetuarse por medio del cuerpo, el cual está en la tierra.
Efesios 1:22 dice: "Y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia".
Y dice Efesios 1:20: "La cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celes¬tiales".
Véase Efesios 2:5,6: "Aun estando nosotros muertos en peca¬dos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús".
Esto no es algo que Dios va a hacer algún día. Ya lo ha hecho. Jesús está a la diestra del Padre, el lugar de la autoridad, y nosotros estamos sentados con Él. Hemos muerto con Él y hemos sido levantados con Él.



Capítulo 3
“Para Con Nosotros Los Que
Creemos”

Siguiendo en Efesios 2:1-7 leemos: "Y él os dio vida a voso¬tros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús".
Hay que notar especialmente las palabras del versículo 19 del primer capitulo: "la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos". Es decir, Dios, al levantar a Jesús de entre los muertos dio tal demostración de Su omnipo¬tencia que ésta es verdaderamente Su supereminente obra. La resurrección ha sido atacada por los tremendos poderes del aire. Todos los principados, poderes, grandezas, dominios y titulados de este siglo y del venidero han luchado por invalidar' el plan de Dios. Pero Cristo se levantó, ascendió y se sentó a la diestra del Padre. Los poderes de Satanás han sido frustrados y derrotados por nuestro Señor Jesucristo. Quien está en Su trono muy en¬cima de ellos, reinando con la autoridad del Altísimo.
La fuente de la autoridad se basa en esta resurrección y entronización de Cristo por Dios. Nótese que habla de la su¬pereminente grandeza de Su poder para con nosotros los que creemos. Habla así para abrir los ojos de la iglesia - no sola¬mente de la iglesia de Efeso, sino de todas las iglesias.
Dios quiso hacernos saber lo que pasó. Quiso que supiésemos que estableció a Cristo "sobre todo principado y autoridad y poder y señorío" (Efesios 1:21). Muchos no hacen caso de este hecho. El Espíritu de Dios oró por medio de Pablo que la iglesia
de Efeso lo viera. Pero Dios desea que nosotros también tenga¬mos sabiduría y revelación. La cruz de Cristo, con su revelación de la obediencia a Dios, del pago debido por los pecados, y de la aplastante derrota de los enemigos, nos muestra un represen¬tante, porque eso era Cristo de nosotros. Él triunfó en Su calidad de representante de la humanidad. Preparando un trono y un ministerio celestial para los que por Él salieran vencedores.
Notemos aquí mismo la unión del pueblo de Cristo con Él en esta crisis de resurrección. Leemos en el primer versículo del capítulo dos: "Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muer¬tos en vuestros delitos y pecados". El griego, del cual nuestra versión se traduce, dice aquí: "Y vosotros que estabais muertos en delitos y pecados", o bien: "Y vosotros cuando estabais muer¬tos en delitos y pecados". Omitiendo las palabras "él os dio vida", porque no están en el original.
Véase que el verbo que controla este pasaje se halla en el versículo 20 del primer capítulo. Los versículos 19 y 20 dicen: "Y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales". Pablo dice: "Según la operación del poder de Su fuerza, cuando resucitó de los muertos a Cristo y a vosotros cuando estabais muertos". La misma frase que expresa la resurrección de Cristo expresa la resurrección de Su pueblo. Es decir, el hecho de Dios que levantó de los muertos a Cristo levantó también a Su cuerpo. En el pensamiento de Dios cuando Jesús fue levantado de los muertos, nosotros también fuimos levantados de los muertos.
Más allá en el capítulo 2 leemos: "Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo... y juntamente con Él nos resucitó, asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús" (Efesios 2:5,6). Aquí habla de la acción de conferir esta autoridad. Naturalmente, la cabeza y el cuerpo, son levantados juntos; Cristo la cabeza y la iglesia, el cuerpo. Estamos sentados con Él. Esta autoridad se da no sola¬mente a la cabeza, sino al cuerpo también, porque la cabeza y el cuerpo son uno. La cabeza y el cuerpo de Ud. forman uno. Al pensar en una persona, se piensa en su cabeza y en su cuerpo. Si nosotros, la iglesia, podemos comprender la revelación de que formamos parte de Cristo, entonces hemos de levantarnos y hacer los hechos de Cristo. Hasta ahora nos hemos puesto límites. Cuando nos demos cuenta que la autoridad que es de Cristo pertenece a cada miembro del cuerpo de Cristo y está a nuestro alcance, entonces nuestra vida experimentará un cambio radi¬cal.
Según 1 Corintios 12:12: "Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo". Somos Cristo. Pablo llama al cuerpo o a la iglesia, Cristo. Siguen los versículos 13 y 14: "Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Además el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos". El versículo 27 añade: "Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular". Gracias a Dios, somos el cuerpo de Cristo.
En II Corintios 6:14, 15 leemos: "No os unáis en yugo desi¬gual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la jus¬ticia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?" El creyente se llama justicia y el incrédulo se llama injusticia. El creyente se llama luz y el incrédulo, ti¬nieblas. El creyente se llama Cristo y el incrédulo, Belial.
Véase 1 Corintios 6:17: "Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él". Somos uno con Cristo. Somos Cristo. Estamos sentados a la diestra de la majestad en las alturas. Estamos sentados con El en lugares celestiales. Todas las cosas han sido puestas debajo de nuestros pies. El problema es que hay dema¬siada predicación acerca de la cruz. Muchos han creído que ahí es dónde debían quedarse. Sin embargo, la cruz es en realidad un lugar de derrota. La resurrección es un lugar de triunfo. Por supuesto, tenemos que ir primero a la cruz, pero no nos detenga¬mos allí. Pasemos a Pentecostés, y luego a la ascensión. Hay pentecostales que han recibido el Espíritu Santo y luego han regresado a la cruz y se han quedado allí.
El Espíritu dice: "Ahora, pueblo mío, presten atención a Mi Palabra, y así serán librados de los lazos de la muerte y andarán en novedad de vida". No estamos en la cruz. Morimos con Cristo, pero ahora nos ha levantado con Él. Hemos sido sentados con Él. Y sin embargo casi no sabemos nada acerca de ello.
La diestra del trono de Dios es el centro del poder del universo entero. Es la operación del poder del trono la que fue puesta en las manos del Señor cuando ascendió. Esta autoridad nos pertenece a nosotros. Sabemos que Cristo con Su cuerpo físico glorificado está allí en plena posesión de Sus derechos, esperando el día determinado por Dios cuando Sus enemigos serán hechos Su estrado. "Pues, ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?" (Hebreos 1:13)
El ensalzamiento de Su pueblo, y nosotros somos Su pueblo, con Él a las alturas no tiene otro significado que el de que somos hechos partícipes de Su autoridad. Somos sentados con El com¬partiendo Su trono. El compartir un trono significa, sin duda alguna, el compartir la autoridad que representa el trono. Gra¬cias a Dios que en Su plan hemos sido elevados a este sitio donde podemos usar, de acuerdo con nuestra comprensión espiritual, autoridad sobre los poderes del aire. Algunos hemos usado más autoridad que otros, porque tenemos más luz espiritual que otros. Pero Dios desea que todos tengamos tal compresión espiri¬tual. El Espíritu oró por medio de Pablo que todos tuvieran sabiduría y entendimiento, que tuviésemos autoridad sobre los poderes de aire y sobre las condiciones que estos poderes siguen creando por influir sin cesar en la mente de los hombres.
Un hombre, Juan Alejandro Dowie, nacido en Escocia, fue universitario, abogado y predicador. Se decía que no se podía seguir su doctrina, pero si se podía seguir su fe. Se puede errar de cabeza, sin errar de corazón. En presencia de seis pastores y tres médicos, este Sr. Dowie prendió de los tejidos cancerosos en la cara de un paciente y dijo: "En el Nombre del Señor Jesucristo", y se los quitó de la cara. Al examinar al hombre los médicos dijeron que el cutis de su cara era como el cutis de un recién nacido. ¿No hemos de seguir semejante fe?
El Sr. Dowie cruzó el océano catorce veces en su vida y muchas veces encontró tormenta. Sin embargo, él dijo que cada vez que amenazaba una tempestad, hacia lo que Jesús hizo:
Reprendía la tempestad y ésta cesaba.
Esto no debe asombrarnos, porque Jesús dijo:". . . El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun ma¬yores hará, porque yo voy al Padre" (San Juan 14:12). Si se pregunta: ¿Cuáles serán las obras mayores? Hagamos primero las obras que Él hizo, y después pensaremos en obras mayores.
Jesús no dijo que unos pocos seleccionados harían estas cosas. Habló de los que creían en Él. tenemos la autoridad por¬que somos de Cristo. Esta autoridad la tenemos para disfru¬tarla, ya que estamos sentados con Él. De esta forma el Sr. Dowie hacía lo que hacía Jesús ante una tempestad.
Una vez, cuando me encontraba enfermo, se levantó un gran borrasco. Muchos buscaban refugio, pero yo no podía levan¬tarme. El aguacero se desencadenó con tanto ímpetu que yo temí que la casa se derrumbara. Desesperado dije: "Señor mío, soy tu hijo. Cuando los discípulos estaban en el mar y se levantó una tempestad, te despertaron, reprendiste el viento y cesó. Tú no quieres que yo perezca. No puedo salir de aquí y las paredes se sacuden. Reprendo esta tempestad ahora en el Nombre de Jesús". Casi al momento, se calmó.


Capítulo 4
Poseedores Rebeldes de
Autoridad

Según Efesios 6:12: "No tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades. . ., contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes". La Palabra de Dios nos enseña que estos espíritus malos son re¬beldes poseedores de autoridad, y que han sido destronados por el Señor Jesucristo. Jesús les quitó el trono y ahora podemos reinar sobre ellos.
Satanás se hizo dios de este mundo por la traición de Adán, quien se traspasó a él. Dios hizo la tierra y su plenitud, y dio a Adán el dominio sobre toda hechura de Su mano. Es decir que Adán era el dios de este mundo; pero cometió alta traición y tomó el lado de Satanás. Entonces éste, por Adán, se hizo dios de este mundo.
Aunque Satanás se llama dios de este mundo, la Biblia habla del segundo Adán, Cristo quien se hizo nuestro substituto. Todo lo que Jesús hizo fue para nosotros. La mayoría de la gente religiosa cree que allá en el milenio ejerceremos esta autoridad. Pero si así es, ¿por qué dice la Biblia que en esta época Satanás estará encadenado? No habrá necesidad entonces de ejercer autoridad. No habrá nada allí que dañe ni destruya. Nuestro error es que hemos postergado todo hasta el futuro. Según la creencia de algunos, no podemos tener ahora nada apreciable. Creen que Satanás manda en todo aquí. Sin embargo, debemos acordarnos que estamos en el mundo, pero no somos del mundo. Satanás no nos maneja. No nos domina. Podemos dominarlo a él tenemos autoridad sobre él.
Necesitamos entretejer estas verdades con nuestra vida. En lo físico comemos ciertos alimentos todos los días porque los médicos nos dicen que nuestro sistema precisa diariamente cier¬tas vitaminas, minerales y proteínas para poder producir un cuerpo fuerte. Hay vitaminas espirituales que necesitamos to¬mar también todos los días, para ser creyentes sanos.
Jesús dijo en San Mateo 28:18: "Toda potestad, me es dada en el cielo y en la tierra". Hemos orado: "Ahora, Señor, haz esto, y haz aquello". Pero la autoridad que pueda ser impuesta en la tierra tiene que ejercerse por la iglesia, porque Cristo no está aquí. Está a la diestra del Padre. Pero nosotros, el cuerpo de Cristo, estamos aquí. Todas Sus órdenes tienen que ser cumpli¬das por Su cuerpo. Esta autoridad en la tierra nos ha sido dele¬gada. Muchos problemas persisten porque los permitimos; no hacemos nada con ellos.
Hace unos diez años que estudiaba estas verdades y llegaron a ser claras; aunque no podía explicarlas en mi mente, las entendía en el corazón. Empecé a ver la autoridad que tenemos y oí el desafio del Señor, diciendo: "Haz algo al respecto".
Por muchos años, había orado que mi hermano mayor fuese salvo. Este era la oveja descarriada de la familia. A pesar de mis oraciones, iba de mal en peor. Siempre había orado: "Dios, sálvale", pero oí que el Señor me desafiaba a hacer algo, que me decía que yo tenía la autoridad. Entonces dije: "En el Nombre de Jesús, quebranto el poder del diablo sobre la vida de mi hermano y reclamo su salvación". Yo había dado la orden. Cuando un rey da una orden, sabe que se va a cumplir. El diablo trató de de¬cirme que mi hermano nunca sería salvo, pero me reí y demandé su salvación. Al poco tiempo mi señora me escribió diciéndome que mi hermano ya había sido salvo. Le contesté que ya hacía una semana que yo lo sabía, que había quebrantado el poder del diablo sobre su vida.
Hace 20 años cuando yo era pastor de una iglesia en Texas, una señora trajo a la iglesia a su hermana trastornada men¬talmente. El Señor me 'dijo que me pusiese delante de la her¬mana y dijese: "Sal de ella ahora, diablo sucio, en el Nombre de Jesús". Lo hice y al momento nada pasó. Dos días después me dijo una señora que la hermana por la cual yo había orado estaba sufriendo un ataque violento, como el que señaló su primer tras¬torno. Esta noticia no me turbó. En la Biblia leemos que cuando Jesús reñía al diablo, el atormentado caía y el diablo lo desgar¬raba. Le dije a aquella señora que el diablo la estaba atormen¬tando antes de salir del todo, y que no habría más ataques. Y así fue.
Hay gente que trata de usar esta autoridad, pero cuando las circunstancias no se alteran de inmediato, se turba y vuelve a lo natural. Ya no creen, se dejan vencer, y permiten que el diablo las domine.
Cuando yo era un joven pastor, antes de recibir el Espíritu Santo, servia en una iglesia durante la crisis económica. Tenia una madre viuda, y un hermanito que mantener. Mi madre podía pagar los impuestos y gastos de casa, y mi salario com¬praba los víveres.
Tenia un solo traje con pantalón extra. Por la escasez, el robo era muy común y alguien me robó los dos pantalones. Era lunes y me tocaba predicar el jueves. Pues oré: "Señor, no tengo más que un viejo pantalón de caqui, que no me conviene llevar cuando predique". El martes al orar le dije al Señor que para el jueves esperaba ver aquellos pantalones colgados en su lugar, que él que se los había llevado se sintiera tan miserable que tendría que devolverlos. Es un espíritu malo el que hace que uno robe. Yo traté con el espíritu, no con la persona, porque tenemos autoridad sobre los espíritus. Le ordené al espíritu que pusiera término a esta acción. Cuando llegué a casa el jueves por la tarde, sabía que encontraría mis pantalones. Fui al armario y miré, y allí estaban. Como ve Ud., podemos y debemos oponernos al diablo.



Capítulo 5
Cómo Ejercer Esta Autoridad

Hay dos frases claves en las oraciones que hizo San Pablo por la iglesia de Efeso, las cuales se hallan en los capítulos 1 y 2 de Efesios. Fíjese en las expresiones: "Sentándole a Su diestra, en los lugares celestiales" (Efesios 1:20), y "juntamente con Él nos resucitó" (Efesios 2:6). En la mente de Cristo fuimos levantados cuando Cristo fue levantado. Cuando Cristo se sentó, nosotros también nos sentamos. Ahora estamos allí. El hecho que Él está sentado indica que hay todavía hechos Suyos sin hacer. Pero ahora estamos sentados con Él, con toda la autoridad dada a Él, porque por Él es nuestra. Le ayudamos a llevar a cabo su obra en la tierra. Además de estar sentados, también importa dónde estamos sentados. El versículo 21 dice que estamos sentados "sobre todo principado y autoridad y poder y señorío".
Véase Efesios 6:12: "Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes es¬pirituales de maldad en las regiones celestes". No solamente está Cristo sentado a la diestra del Padre, muy encima de todas estas potestades, pero allí estamos nosotros también porque "nos hizo sentar con Cristo Jesús".
La Palabra de Dios nos dice que venzamos al diablo. En el año 1952 Cristo se me apareció en una visión. Durante la visión vi un espíritu malo ponerse entre mí y Jesús, metiendo una nube negra que quitó de mi vista a Jesús. Entonces el intruso se puso a dar saltos y a gritar. Aunque Jesús me estaba 'hablando, no le podía entender a causa de este ruido. No podía entender el por qué Jesús se lo permitía. La gente suele preguntarse por qué Dios deja al diablo seguir molestando. Ya mí me extrañaba que Jesús no respondiese a ese diablo para que yo pudiese oír lo que Él decía.
Como nada sucedía por fin le dije al espíritu: “te mando, demonio sucio, que te calles en el Nombre del Señor Jesucristo". Cuando así hablé, el espíritu cayó al suelo, la nube desapareció y pude ver a Jesús. El demonio actuaba como un perro castigado. Lloriqueaba y gemía, con la cara volcada. Entonces le dije que se fuera y se fue. Luego Jesús me dijo: "Si no hubieses hecho eso, yo no hubiera podido hacer nada".
Yo dije: "Señor, no te oí bien
Pero Él dijo: "Dije que yo no podría haberlo hecho".
Quedé anonado sin comprender por qué el Señor decía eso. Le dije que tendría que comprobármelo con la Palabra de Dios, y que pedía al menos tres citas como prueba. Sonriendo El me dijo que me daría cuatro. Le dije que nunca había visto tal cosa en la Biblia, y me contestó que había en la Biblia bastante que yo ignoraba aún. Muchos tratan de entender algo con sus mentes; sin embargo, uno debe tener la revelación de ello.
Entonces Jesús me dijo: "No hay ningún lugar en el Nuevo Testamento en el que un autor le diga a la iglesia que ore a Dios Padre acerca del diablo". Los que piden que Dios reprenda al diablo pierden el tiempo. El miembro menor del cuerpo de Cristo tiene tanto poder sobre el diablo como cualquiera, y a menos que los creyentes hagan algo en cuanto al diablo, no se hará nada.
San Mateo escribe que Cristo cuando resucitó dijo que todo poder y toda autoridad le es dado en el cielo y en la tierra. El enseguida asignó a la iglesia la autoridad en la tierra. Según San Mateo 28:18 dijo Él: :Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra". Según San Mateo 16:15-17 dijo: .... . Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será con¬denado. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas".
La primera señal que seguirá a cualquier creyente es: “En mi nombre echarán fuera demonios". Sencillamente dice que los creyentes tendrán autoridad sobre el diablo. Quebrantarán el poder del diablo sobre su vida y sobre la vida de sus familiares. Estarán libres del enemigo porque ejercerán autoridad sobre él. "Echarán fuera demonios hablarán nuevas lenguas... sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán". No hay que orar para que Jesús ponga las manos sobre los enfermos, sino hay que hacerlo. Al poner las manos sobre los enfermos, uno usa la autoridad sobre el diablo.
Santiago 4:7 dice: "Resistid al diablo, y de vosotros huirá". No dice que debe Ud. rogar a Dios para que Él resista al diablo. Le toca a Ud. resistir al diablo. No dice huirá de Jesús, sino que huirá de Ud. La autoridad es suya, aunque no la sienta, pues el sentir no tiene nada que ver con ello. Ud. tiene que usarla. El policía que alza la mano y detiene el tráfico puede que no se sienta con ganas de hacerlo, pero la autoridad resulta, quiera o no quiera.
Mi espíritu me dijo que había un sentido especial en la pala¬bra "huir". La busqué en el diccionario y hallé la definición siguiente: "Escaparse como con terror". Entonces entendí por qué el demonio en mi visión lloriqueaba y gemía. Tenia un miedo mortal.
Otra cita es 1 San Pedro 5:8: "Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar". Su adversario es uno puesto en con¬tra de Ud. Es el enemigo, Satanás. Muchos solamente leen hasta allí. Dicen: "Ay, el diablo me acosa". Nos piden que oremos para que el diablo no los alcance. Pero ya los ha alcanzado. Hablando así comprueban que él ya los tiene. El pedir oraciones no los librará. Deben enfrentar el hecho que ellos deben hacer algo al respecto.
El versículo 9 sigue: "Al cual resistid firmes en la fe, sa¬biendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo". Aquí el sentido de "la fe" es «la fe de Ud." San Pedro no nos dice que sólo Pablo podría echar fuera los demonios, ni que él resistiría al diablo por noso¬tros. Todo creyente tiene la misma autoridad que tenía Pablo en Cristo Jesús.
Muchos me preguntan por qué no sanan cada vez que les pasa algo. Piden que los pastores oren por ellos, y cuando nada resulta, sugieren que al pastor le falta algo. 'Yo les digo que cuando eran recién convertidos eran como bebés, y Dios permitió que otros orasen por ellos. Pero con el tiempo La espera que esos bebés anden y se ocupen de sí mismos. Muchos aún quieren ser bebés. Dios le ha dicho que anden, pero no pueden.
En una ocasión mi señora y yo fuimos hospedados por una pareja mientras asistíamos a un congreso. Ellos nos pidieron que oráramos por su nene, el cual tenía una hernia. Oramos y la hernia desapareció en pocos días. La mujer me dijo: "Hermano Hagin, parece ser que con los años uno debería crecer en fe para sanidad. Sin embargo, los jóvenes de nuestra iglesia son los que tienen más fe. No sabía a quien pedirle que orara por el nene hasta que Uds. vinieron, ya que aquí nadie es sanado".
Correcta o incorrectamente, así pensaba ella. Como en tan¬tas iglesias, gran parte de los miembros fueron salvos de jóvenes, y quizás Dios permitió que otros oraran por ellos. Han permanecido en el estado infantil de desarrollo espiritual por falta de buena enseñanza. Dicen que solían ser sanados de recién convertidos, pero ahora no.
¿Qué será de la persona que nunca trata de ejercer la fe propia, sino que se apoya en la fe ajena? La Biblia dice: "Vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor bus¬cando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe". Ud. puede hacer algo al respecto. Jesús, Santiago y San Pedro nos dicen que hagamos algo en cuanto al diablo. San Pablo dice en Efesios 4:27: "Ni deis lugar al diablo". No dé al diablo ningún lugar en Ud. Si da lugar al diablo, Jesús no puede hacer nada, porque Ud. tiene la autoridad y le ha dado su permiso al diablo. A menos que Ud. haga algo contra el diablo, Jesús no puede hacer nada. En mi visión Jesús me dijo que El ya había hecho todo lo que iba a hacer acerca del diablo. Dijo que al ascender había delegado a la iglesia la autoridad. Los creyentes han sido libertados.
En Colosenses 1:13 leemos: "El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo". Jesús me dijo que no se hará nada más en cuanto al diablo hasta el día en que el ángel baje del cielo y ate a Satanás en el abismo para después ser echado en el lago de fuego. Pero hasta que el ángel lo encadene, el cielo no va a hacer nada más con el diablo.
Nos conviene el despertarnos, cambiar nuestro modo de orar y perseguirlo. Tenemos la autoridad para hacerlo. Estamos sen¬tados a la diestra del Padre muy encima de estos principados y potestades, así que tenemos autoridad sobre ellos.
Sigue la Escritura: "Y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre toda las cosas a la iglesia" (Efesios 1:22). Los pies son miembros del cuerpo, no de la cabeza. "La cual (iglesia) es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo" (Efesios 1:23). ¡Qué maravilloso es saber que los miembros menores del cuerpo del Señor, las meras plantes de los pies, están muy encima de todos los elementos poderosos de que he¬mos hablado!
Por consiguiente dijo Jesús en San Lucas 10:19: "He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará". Demasiado tiempo nos
ha pisado el enemigo. Generalmente se cree que el diablo tiene más poder que nadie y que él está en control. Él es dios de este mundo. Pero nosotros, aunque estamos en este mundo, no somos de este mundo. Claramente declaró San Pablo en Romanos 5:16:
"Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo". "Reinarán como reyes en vida", como dice otra traducción.
Hay quienes cantan de vagar como pobres en el calor y en el frío. Preferiría oír el rebuzno de un burro que tales canciones. Cantándolas tanto llegamos a creerlas. Si la gente vierte lágrimas al cantarlas, se cree bendecida. Sin embargo, el plan de Dios es que Ud. rija y reine en su vida; que reine sobre las circunstancias, la pobreza; la enfermedad, y todo lo que le ata¬que. Ud. es el que reina porque tiene la autoridad. Reina por Cristo Jesús. A veces nos portamos como pichones con los ojos cerrados y la boca bien abierta. Creemos que debemos ser humildes sin pretender a nada.
Oí de un predicador tan humilde que usaba un Chevrolet del modelo de 1936. Yo dije: "Eso no es humildad, es ignorancia Pero aquél se creía humilde. Alguien me dijo: "Ud. sabe que Jesús y los apóstoles nunca condujeron un Cadillac". Por su¬puesto, en aquel entonces no había Cadillacs; pero Jesús viajaba en burro, el cuál era el mejor modo de transporte que había.
A veces los creyentes dejan que el diablo les robe de la bendición que podrían tener. La intención de Dios no era que viviésemos en pobreza. El dijo que reináramos en vida. No era su intención que el diablo nos dominara a nosotros y a nuestras familias. A veces me enojo con el diablo y le digo que quite sus manos de mis hijos. Le digo que yo reino en lo mío. Yo le hago que huya de mí.
Algunos de nosotros que sabemos más tenemos que ayudar a los que no saben y tenemos que actuar por ellos. Hace varios años fui despertado durante la noche. Le pregunté al Señor qué sucedía y empecé a orar en lenguas, lo que siempre me ayuda. Entonces el Señor me reveló que algo le pasaba a mi hermano mayor. Seguí orando en lenguas. Dos días después mi hermana me llamó por teléfono desde Texas y me dijo que mi hermano se había roto la columna. Su condición era bastante seria y su vida estaba en duda. Le dije a mi hermana que yo ya había orado por él y que el Señor me había dicho que su estado no era tan peli¬groso como pensaban. Luego, ella llamó al hospital y le dijeron que el paciente se había levantado y salido, molde y todo. Los médicos no podían explicarse por qué no murió ni quedó parali¬zado.
Más tarde mi hermano se encontraba en mi casa. Se había alejado del Señor a causa de disturbios en su familia y estaba perturbado y abatido. Su señora le había abandonado y se había llevado a los hijos. El domingo traté de hacerle ir a la iglesia pero no quiso. De repente en medio de mi sermón, tuve una visión de mi hermano. Estaba en la plaza central, y le oí decir que iba a matar a su mujer y luego a suicidarse. Tomé una pausa, diciéndole a la gente que había un pequeño asunto que recla¬maba mi atención, que el diablo estaba molestando a alguien. Dije: "Diablo, deja de hacer eso ahora mismo. Yo te conjuro en el nombre de Jesucristo que te vayas de ese hombre". Entonces terminé mi sermón.
Esa tarde regresamos a casa y mi hermano estaba allí. Es¬taba de buen ánimo patentemente. Dijo que había ido a la plaza y que había resuelto tomar el asunto en sus manos. Le dije que ya lo sabía. Él dijo que algo le sobrevino súbitamente y fue librado. Fue como si una nube hubiera sido quitada, y regresó silbando y cantando.
El no sabía cómo ponerse en contacto con Dios. Así que los que tenemos más experiencia con el Señor debemos de ayudar a los más débiles. Sin embargo, la hora llegará en que tendrán que saber cómo hacer ciertas cosas por sí mismos.
Tenemos que aprender a ser exaltados al lugar donde Dios quiere que estemos. La iglesia falla muy a menudo por temor. Efesios 1:22 dice: "Sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia". El es cabeza sobre la enfermedad, la dolencia y todo lo malo. Cambiemos el orden de las palabras para entender mejor su profundo significado: "Cabeza a la iglesia sobre todas las cosas". Cristo es la cabeza sobre todas las cosas por amor de la iglesia.
Debemos sentarnos con reverencia ante estas verdades po¬derosas para que nuestros corazones comprendan su tremenda importancia. Entonces recibiremos una recompensa espléndida. Si tenemos esta actitud, el Espíritu de verdad puede alzarnos al lugar donde podremos ver con claridad la revelación de Dios. San Pablo oraba por la iglesia de Efeso, que tuviese el espíritu de sabiduría y de revelación. Dios ha hecho a Cristo Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia. Es por amor de nosotros que Él es la Cabeza, para que por Él ejerzamos esa autoridad sobre todas las cosas. Al ver lo que nos pertenece, disfrutaremos la victoria que Él tiene para nosotros. El diablo luchará para impedirlo. Pero a través de nuestra persistente fe en Cristo, la victoria puede ser nuestra.



Capítulo 6
Resucitados Con Cristo

En el libro de Colosenses Pablo escribe a la iglesia de Colosas. Aunque desde otro punto de vista, dice lo mismo que ha dicho antes.
Colosenses 1:15-20: "Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principa¬dos, sean potestades; todo fue creado por medio de él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz
Cristo fue resucitado por el poder de Dios Padre. Colosenses 2:12 dice: "Sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos". Esta Escritura dice que somos resucitados con él. Nótese la frase "mediante la fe en el poder de Dios". Cristo fue levantado por el poder de Dios, y nosotros al mismo tiempo.
Sigamos hasta el versículo 15: "Ya vosotros, estando muer¬tos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anularon el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era con¬traria, quitándola de en medio y clavándolas en la cruz, y despo¬jando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz".
Obsérvese que la operación aquí es de parte del Padre. Él es quien resucitó a los santos juntamente con Cristo y perdonó sus pecados. Él es quien anuló los decretos de la ley que obstruían el camino de su pueblo, y los clavó a la cruz de Su Hijo.
Dios trazó el plan de la redención. El es quien despojó a los principados y a las potestades que se habían opuesto a la resurrección de Cristo, y los llevó cautivos en una exhibición triunfal. Por eso, Pablo dice aquí que el hacedor es Dios el Padre. Es Dios quien levantó de los muertos a Jesús. Dios es quien le dio un nombre que es sobre todo nombre.
Fíjese también en que Dios quita a la potestad del aire la autoridad que antes era suya. Pues la muerte es el castigo del pecado, y cuando Cristo llevó en la cruz el peso del pecado del mundo, estas potestades del aire quisieron ejercer su antigua prerrogativa, esperando tenerlo bajo su poder. Acuérdense que aun la muerte física no es de Dios. Es del enemigo. La muerte es aún un enemigo, y la Biblia dice que el postrer enemigo que será puesto debajo de los pies de Cristo será la muerte.
Estas potestades procuraron retener a Cristo. Pero en la sabiduría del Padre, la entrega a la muerte de Jesús, el Justo, anuló los antiguos lazos de la ley. El Padre clavó a la cruz de Su Hijo el acta cancelada, despojó de su autoridad al diablo y a los principados. y la entregó al Hijo. Entonces vea que "los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz". Estas palabras del apóstol se refieren al ensalzamiento del Hijo sobre sus enemigos mencionado en el libro de Efesios. Subrayan la operación de Dios el Padre en la activa derrota de los poderes hostiles y la derrota de Satanás.
En Efesios se señala al Hijo sentado sobre estas potestades con la autoridad del trono de Dios. Es en este punto que la iglesia ha fallado. Ha visto que Cristo es el Jefe supremo del poder de la iglesia, pero no ha visto que la Cabeza no tiene otro instrumento que el cuerpo para llevar a cabo sus planes, que estamos senta¬dos con Cristo en los lugares celestiales, y que Su uso de la autoridad sobre las potestades del aire tendrá que ser por medio del cuerpo.
Ahora podemos entender, como nunca antes, lo que Jesús quería decir cuando dijo: “todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo" (San Mateo 18:18). Eso es usar autoridad en la tierra.
A veces, al orar por algún ser querido a punto de muerte, el Señor me ha dicho: "Cualquier cosa que me pidas, la haré". Y yo le he pedido que les diera otros dos o tres años. El Señor me dijo que lo haría simplemente porque yo se lo había pedido. Me dijo:
"Ningún padre humano desea hacer más por sus hijos que Yo, si simplemente mis hijos me lo permitieran
Tenemos que cooperar con el Señor con fe. La idea de que Dios es un déspota no es más que ignorancia. Tenemos que hacer nuestra parte. El Señor queda limitado en Sus poderosos planes porque Su cuerpo no reconoce Su exaltación y el hecho de que estamos sentados con Él a la diestra del Padre.
El Espíritu Santo mora en nosotros, y nos guiará, pero Jesús dijo que Él nos guiará a toda la verdad. No se puede seguir al Espíritu Santo sin la Palabra y llegar a saber la verdad. Cierta persona dijo que no necesitaba la Biblia porque tenía el Espíritu Santo. Pero sí la necesitaba. El Espíritu de Dios no nos guía aparte de la Palabra de Dios. La Palabra de Dios procede del Espíritu de Dios porque hombres santos de la antigüedad la escribieron. No se entiende con la cabeza; se entiende con el corazón. La Palabra de Dios es de suma importancia. El ser primero un hombre de la Palabra de Dios y segundo, del Espíritu de Dios es una combinación segura.


Capítulo 7
Las Armas de Nuestra Milicia

El creyente tiene que llevar constantemente cierta arma¬dura. Efesios 6:10, 11 dice: "Por lo demás, hermanos míos, forta¬leceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestios de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las ase¬chanzas del diablo". Este hombre se destacará.
Por eso el diablo hará todo lo que pueda para esconder de Ud. esta verdad. Y una vez que la tenga Ud., se le opondrá y procurará robársela. Habrá pruebas y algunos caerán. El diablo quiere que Ud. se dé por vencido y diga que no producirá resul¬tado en Ud. En una ocasión predicando sobre este tema, un hombre me dijo que para él no resultaría. Le dije que si no le hacía, entonces Dios era un mentiroso. Este hombre estaba llamando a Dios mentiroso. Prefería morir antes que decir que la Palabra de Dios no produce resultado. Si no resulta es porque no se ha hecho conforme a ella. El enemigo resiste tenazmente toda entrada en su territorio porque ejerce la autoridad de las potes¬tades del aire y quiere seguir haciéndolo. Él resiente toda intervención. Por lo tanto, concentrará toda su fuerza contra Ud. en una guerra sin tregua. Si Ud. resiste bien los ataques contra su espíritu le seguirán asaltos contra la mente, el cuerpo, la familia o las circunstancias. Lo mejor es prepararse porque vendrán.
El lugar de privilegio especial ha llegado a ser un lugar de especial peligro. La verdad de la autoridad del creyente encuen¬tra más oposición que cualquier otra. El Espíritu oró por medio de San Pablo que fuesen abiertos los ojos del pueblo para ver la provisión adecuada hecha para su seguridad. He visto a per¬sonas buenas a quienes el diablo ha tratado de combatir. Han enseñado estas verdades, o han sido enseñadas estas verdades, y han tratado de actuar según la Palabra de Dios. Muchas veces han sido vencidas en el cuerpo porque su espíritu no se podía vencer. El diablo procura vencer de cualquier modo. Seguridad ha sido provista para ellos, y si la hubieran aprovechado, el enemigo no las habría podido vencer.
El creyente precisa estar siempre vestido de cierta arma¬dura. Véase Efesios 6:10-17: "Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestios de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne sino contra principados, contra potestades, contra los go¬bernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espiri¬tuales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, conque podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios".
Las distintas piezas de esta armadura simbolizan ciertas actitudes espirituales que el creyente tiene que mantener. Puesta esta armadura, el creyente está protegido y sin estorbo en su ministerio de autoridad. Su preocupación se limita a man¬tener limpia su armadura y bien ajustada a su persona.
Primero, hay el cinturón de la verdad, el cual representa un claro entendimiento de la Palabra de Dios. Es como el cinturón del soldado que ajusta la demás armadura. Segundo, la coraza de justicia. Esta significa dos cosas: Jesús, nuestra justicia de la cual estamos vestidos, y también nuestra activa obediencia a la Palabra de Dios. Tercero, nuestros pies están calzados con el apresto del evangelio de la paz. Este es un ministerio fiel anun¬ciando la Palabra de Dios. Cuarto, hay el escudo de la fe. Sabe¬mos que un escudo es para tapar el cuerpo entero. Este indica nuestro refugio y seguridad completa bajo la sangre del Calva¬rio por donde ningún poder del enemigo puede penetrar.
Luego resta el yelmo de la salvación, o la esperanza de salvación (1 Tesalonicenses 5:8). La esperanza de salvación es el único yelmo que puede proteger la cabeza en estos días de apar¬tarse de la verdad. Finalmente está la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios. La Palabra de Dios se usa en sentido activo. Las demás piezas son para la defensa.
El versículo 18 dice: "Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos". Ahora estamos listos para la lucha de la oración porque tenemos puesta la armadura. El orar en el Espíritu produce el resultado.





Capítulo 8
Autoridad Sobre de Demonios
No Sobre... Humana

Aunque tenemos autoridad sobre diablos y demonios, no tenemos poder sobre nuestros semejantes ni sobre su voluntad. Hace unos años durante un campamento en California, un amigo pastor me acompañaba. Él sufría de diabetes y cada mañana tenía que comprobar de sus orines la cantidad de in¬sulina que necesitaba. Se daba una inyección todos los días. Al salir para California le dije: "No registrará Ud. ninguna glucosa mientras esté conmigo". Yo reclamé autoridad sobre esa enfermedad. Me miró incrédulo, pero durante las dos semanas que pasó conmigo nunca registró glucosa, ni cuando comía pasteles y tortas. Más tarde me dijo que de vuelta en su casa tardó tres días en volver a registrar glucosa.
De hecho yo tenía control sobre fuerzas invisibles, pero no tenía control sobre la voluntad de aquél. Yo podía controlar la enfermedad mientras él estaba conmigo y la fuerza invisible estaba delante de mí. Procuré convencerle que él podría hacer lo mismo, pero él creía que le volvería y le volvió.
No tenemos el control sobre la voluntad humana, pero si tenemos autoridad sobre el diablo que procura mantener su con¬trol sobre dicha voluntad. Hace años cuando mi hermano mayor estaba aprisionado por el diablo, yo dije: "Satanás, en el Nombre de Jesucristo quebranto tu poder sobre la vida de mi hermano, y demando su liberación y su salvación". Dentro de dos semanas fue salvo. Hacía 15 años que yo procuraba su salvación. Nada obraba resultado, pero cuando tomé esta posición y usé mi autoridad, resultó.
Alguien dijo que pensaba probarlo para ver como saldría. Así no sirve, yo no lo probé, lo hice. A veces los hijos de Dios dicen que van a probar algo simplemente porque obró resultado en otra persona. Sin embargo, si estudian la Palabra de Dios y se visten de Su Palabra de autoridad, obrará resultado. Cuando uno trata de hacer algo mencionado en la Palabra de Dios, sin empapar el espíritu de esa Palabra, el diablo le tumbará rotundamente. Pero cuando uno está fundado en la Palabra de Dios y procede según ella, vencerá al diablo en todo encuentro.
La Biblia hace una diferencia entre echar fuera a los demo¬nios y sanar a los enfermos. Muchas veces ciertos casos no ceden a la oración ni a la imposición de las manos, por causa de algún espíritu malo. Una señora, perteneciente a una iglesia bautista, estaba mentalmente desordenada, y encerrada en un asilo. Su caso interesaba a un profesor. Un pastor bautista, co¬nocido mío, que había recibido el Espíritu Santo, fue a orar por ella. Aquél echó fuera siete demonios, y ella quedó sana. Tanto se impresionó el profesor que invitó al pastor a una charla. Como resultado de la visita, la esposa del profesor recibió el Espíritu Santo y habló en otra lengua. El profesor desea ser llenado y ya enseña que los demonios influyen más en las cosas del mundo
que lo que se pensaba.
En estos años la ciencia médica ha mostrado interés en la sanidad divina. Un médico conocido publicó en una revista un artículo diciendo que la rama médica no descartaba la sanidad divina porque tenía comprobación médica de casos incurables, que fueron sanados por Dios, restaurados y vueltos a la salud. Dijo que la curación natural se podía ver bajo el microscopio, pero que de nada valía el microscopio en casos de la sanidad divina. Añadió que quisieran aprender a ministraría.
Puede Ud. ser librado de las opresiones del cuerpo, y también de las opresiones de la mente. Puede tener autoridad sobre todas las fuerzas invisibles. Puede ejercer autoridad sobre otros mien¬tras estén en su presencia. Si Ud. aprende a usar tal autoridad en su casa, obrará resultado. He oído de mujeres que lo hacen cuando sus maridos llegan a casa de humor diabólico. Lo re¬prenden y reclaman autoridad sobre él. Lo hacen en voz baja y con calma y cambian la situación. Cuando los de mi familia se enojan excesivamente, yo uso esta autoridad. Ellos comprenden porque me miran con cierta cara, pero se componen al rato. No ejerzo autoridad sobre la voluntad de ellos sino sobre el espíritu que los incita.
Cuando Jesús dijo que iba a ser crucificado y Pedro le recon¬vino diciendo: "En ninguna manera esto te acontezca", Jesús inmediatamente le reprendió de él diciendo: "¡Quítate de de¬lante de mí, Satanás!" No llamaba Satanás a Pedro. Sin saberlo, Pedro había cedido al diablo. A veces los creyentes dan lugar al diablo sin sentirlo, pero podemos tomar la autoridad sobre ello.
También podemos usar autoridad sobre el temor. La Biblia dice: "Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor, y de dominio propio" (II Timoteo 1:7). La Biblia llama espíritu a la cobardía. Pero a nosotros nos ha dado un espíritu de poder, de amor, y de dominio propio. Cuando yo era un pastor bautista, siempre usaba autoridad sobre el temor y la duda. Si me sentía tentado a dudar, yo decía: "Dudas, las resisto en el Nombre de Cristo". Tentado a temer, yo lo resistía en el Nombre de Cristo. El temor le dejará a Ud. también si hace lo mismo.
Incluso podemos tener autoridad sobre los que se oponen a la verdad. Tantos quedan sentados inmóviles, esperando que Jesús haga algo. Pero cada uno tiene algo que hacer. En Texas había un pastor del Evangelio completo que vivía al lado de un policía, miembro de otra iglesia. El pastor llevó al policía a su iglesia y entonces fue con el policía a la iglesia de éste, donde el sermón anunciado sería del hablar en otras lenguas.
El predicador no basó su plática en la Biblia, sino que relató casos que había oído y hasta trató de imitarlos. Oyendo esto, el pastor del Evangelio completo, tomó la autoridad sobre la situación. El que hablaba paró en seco, palideció y se sentó sin decir nada más. El policía entendió lo que había sucedido y después buscó al pastor visitante, le apretó la mano, le abrazó y dijo: "Bendito sea Dios, me alegro que Dios le haya arrestado. Debiera haber tenido más sentido común". La siguiente noche el predicador se disculpó por haber hablado de cosas que ignoraba. Dijo que era como si Dios le hubiera arrestado, y que entendía que debía dejar las cosas que se hallaban fuera de su experien¬cia.
Muchas veces entendemos que ciertas pruebas en nuestra vida se deben al enemigo y clamamos a Dios que reprenda al enemigo y cambie las circunstancias. Pero la Palabra de Dios nos dice que lo reprendamos nosotros. Ha dicho: "Resistid al diablo, y de vosotros huirá" (Santiago 4:7). La autoridad sobre él es de Ud. Es de Ud. la responsabilidad.
Vea Efesios 2:7: "Para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con noso¬tros en Cristo Jesús". Él tiene un ministerio sublime y santo para Ud. en los siglos venideros. Ahora es el tiempo de sus pruebas y de su preparación. Esfuércese y nadie podrá hacerle frente en todos los días de su vida porque Ud. está sentado con Cristo allí arriba. Ejerza su autoridad. Las condiciones existen porque las hemos permitido.
Me gusta San Mateo 18:18 en otra versión. Nuestra versión dice: "De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo". La otra versión dice: “Todo lo que se nieguen a permitir en la tierra será negado a ser permitido".